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Mostrando entradas de marzo, 2014

Dormitar

Había una vez un cuento que carecía de comienzo, una cópula sin placer que se hizo biblia y un hijo bastardo que se quiso ahorcar en el útero para nunca ver la luz del sol. Había una vez un hada sin dientes ni alas que cobraba por horas, un caballero sin espada que apuñalaba sueños rotos en una ciudad perdida, una tortuga que no sabía artes marciales y se resignó a extinguirse a los cien años de haberse muerto su novia en el altar. Había una vez lo que no había antes ni después, un abrazo mal logrado en un reloj sin pilas, un minutero rebelde que contaba las horas, una familia invisible que era feliz. Había una vez un sueño que quiso despertarse y un soñador que no quería dormirse, un genterío sin habla que hacía ruido en los ecos tardíos y un ser humano sin  ganas de matar, que por suerte asesinaron antes de que hiciera carnaval. Había una vez gente que se preguntaba por los celos, por los amoríos, por los sentimientos. Había una vez gente buena justo antes de quebrarse en pe...

.Escribir.

La noche de nuevo se mueve entre disgustos, entre afinidades selectivas, entre multitudes ausentes y el frío inagotable de las sábanas azules donde ya nadie se quiere acostar. ¿Quiere que le diga dónde nací? En lugar muy lejano ¿De dónde? Del mundo real, ¿Por qué? Porque parecía divertido ¿Ya no? Absolutamente no. Desde el principio se sabe, así nunca se quiera admitir, que escribir es como la mentira evidente de un mitómano o una verdad aparente detrás de un engaño, casi como una gota de agua fría en el desierto que salpica directamente la lengua reseca. Es eso y no es más, es eso y lo es todo, a esa edad uno no se sabe explicar. Cuando se empieza se dice que es una forma de terapia, una manera de ver el mundo, una fantasía absuelta de cualquier mortal que sólo servirá de vez en cuando para conquistar a alguien o esconder la ira que trae consigo la diferencia, la soledad, la falta de aceptación. Sí, tuve una infancia difícil, en esos tiempos no se le llamaba Bullying, en ese ...

Idea.

Si la idea es vivir cien años, sería mejor entonces morirnos de una vez, dejar de respirar unos cuantos segundos y ahorcarnos los pulmones hasta enloquecer, estrangular las ideas suicidas, los momentos felices, los amores ridículos y los errores que nos hicieron caminar. Si la idea es vivir cien años yo me quedo sentado en la esquina para ver pasar el mundo con sus miserables, si es que Victor Hugo no se los llevó ya. Si la idea es perdonarlo todo, yo me quedo con mis rencores, con mis odios y mis ilusiones malsanas, porque si la idea es que la amnesia me bese, mejor me follo los recuerdos a mano izquierda y me olvido del futuro a su lado, del pasado sin usted y del presente donde ya no puedo ni tocarla. Yo nunca supe responderle con romanticismos baratos, con besos lentos ni saliva tibia. Yo nunca llegué a abrazarla con cariño, a escribirle con algún tipo de sinceridad y tal vez por eso usted quería vivir cien años, a ver si en alguno de ellos yo lograba hacerla feliz. Segura...

A tres voces.

(1)La primera vez que la vi, ella se sentó muy cerca de la mesa donde yo estaba, venía con dos personas que ahora en mis recuerdos no son más que sombras grises que se pierden en voces a quienes ella respondía mientras yo me encantaba escuchándole hablar, escuchando sus palabras y la pronunciación que salía de sus labios gruesos y rojos. Estaba pálida y despeinada, con el pelo largo, rebelde, disperso y elegante, estaba en blanco y negro, estaba en luz azul y en rojo cabaret, porque por cada segundo que pasaba yo sólo podía imaginar otro escenario donde podía verla siendo el centro del mundo de cualquier infeliz al que quisiese mirar. (2)La primera vez que la vi, ella se sentó a solo un metro y treinta y tres centímetros de mí, quedando justo en enfrente, donde mis ojos no podían esquivarla así quisiesen por el bien de mi salud. Venía con alguien, con dos más, pero esos más se disolvieron entre la luz que emanaba del humo que salía de su boca al sonreír, al mostrar sus dientes cui...