Idea.

Si la idea es vivir cien años, sería mejor entonces morirnos de una vez, dejar de respirar unos cuantos segundos y ahorcarnos los pulmones hasta enloquecer, estrangular las ideas suicidas, los momentos felices, los amores ridículos y los errores que nos hicieron caminar. Si la idea es vivir cien años yo me quedo sentado en la esquina para ver pasar el mundo con sus miserables, si es que Victor Hugo no se los llevó ya.

Si la idea es perdonarlo todo, yo me quedo con mis rencores, con mis odios y mis ilusiones malsanas, porque si la idea es que la amnesia me bese, mejor me follo los recuerdos a mano izquierda y me olvido del futuro a su lado, del pasado sin usted y del presente donde ya no puedo ni tocarla.

Yo nunca supe responderle con romanticismos baratos, con besos lentos ni saliva tibia. Yo nunca llegué a abrazarla con cariño, a escribirle con algún tipo de sinceridad y tal vez por eso usted quería vivir cien años, a ver si en alguno de ellos yo lograba hacerla feliz. Seguramente por eso me perdonaba todo, porque cada vez que le salía una lágrima, el mundo se destrozaba poco a poco, y los recuerdos ya no valían nada ni servían para reprochar.

Hace poco descubrí que decirle la verdad resultaba más fatalista que recitarle un poema, así fuese de los míos que nada tienen que ver con usted, porque nos perdimos en nuestro bello universo de mentiras, las suyas eternas para vivir por siempre, las mías tristes para matarla poco a poco.

Y es que a veces olvidamos lo que aprendimos para poder saltar, a veces suspiramos un segundo y botamos por la borda las fuerzas, las ganas, el amor y la gloria. A veces los humanos somos humanos y nos equivocamos, a veces la gente merece más que una verdad insípida, y es allí donde mentirosos como yo decoran la vida con colores inexistentes, con carnavales fosforescentes, con mentiras que parecen verdad.

Si hay que vivir cien años déjeme yo se los cuento, para que parezcan diez minutos, déjeme engañarla con la idea inmortal del amor romántico, déjeme matarla con besos que no parezcan cansados. Si quiere abrazar el olvido permítame recordarle en las mañanas los recuerdos que debe desechar, oblígueme a actuar en una obra inconclusa sin reparto ni libretos, acúseme de dispararle la chispa de locura que la llevó lejos de mí.

Pero si prefiere vivir un instante, enséñeme la fatal historia de dos personas que se aman, explíqueme como no se mataron Romeo y Julieta a puñaladas, salpíqueme de vitalidad por lo menos una vez más. Si quiere extasiarse y morirse todas las noches al quitarse la ropa, llámeme para que la insulte con versos en prosa, gríteme que la toque de una manera distinta, como solo los poetas lo saben hacer, porque si quiere amar en la vida real se tiene que desconectar del mundo, se tiene que enloquecer un poquito más.

Si algo enseña la vida es que la vida no vale nada, que el viento se acongoja cada noche por las personas que no sueñan, que la luna llora cuando no hay transeúntes que al llegar del trabajo miren las estrellas, y que por eso en la grandes ciudades llueve tanto, porque el asfalto gris se volvió más importante que los rayos del sol.

Si la idea es vivir un minuto cada día, entonces yo me apunto para ser eterno,  si la idea es amarla hoy y no mañana yo me quedo con usted.



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