.Escribir.

La noche de nuevo se mueve entre disgustos, entre afinidades selectivas, entre multitudes ausentes y el frío inagotable de las sábanas azules donde ya nadie se quiere acostar. ¿Quiere que le diga dónde nací? En lugar muy lejano ¿De dónde? Del mundo real, ¿Por qué? Porque parecía divertido ¿Ya no? Absolutamente no.

Desde el principio se sabe, así nunca se quiera admitir, que escribir es como la mentira evidente de un mitómano o una verdad aparente detrás de un engaño, casi como una gota de agua fría en el desierto que salpica directamente la lengua reseca. Es eso y no es más, es eso y lo es todo, a esa edad uno no se sabe explicar.

Cuando se empieza se dice que es una forma de terapia, una manera de ver el mundo, una fantasía absuelta de cualquier mortal que sólo servirá de vez en cuando para conquistar a alguien o esconder la ira que trae consigo la diferencia, la soledad, la falta de aceptación. Sí, tuve una infancia difícil, en esos tiempos no se le llamaba Bullying, en ese tiempo no tenía sentido. Cuando pienso en eso me imagino en una edad feudal de celulares grandes y televisores redondos, una época de felicidad gris, de tristeza encriptada, era una época diferente y todos sabemos que ya no volverá.

Ahora somos mucho más pragmáticos, mucho más fáciles, mucho más planos y transparentemente sucios, contaminados y viciados por cada molécula de mierda que sale de la televisión, de los libros de superación y  las llamadas al reallity Show envueltas en lágrimas. Y luego, luego ya no nos queda llanto para llorar al campesino que degollaron, al estudiante que picaron, al genterío que quiso cantar una canción que no estaba en el repertorio macabro de la cotidianidad.  

Al empezar se hace por cualquier cosa, con cualquier motivo, con mala ortografía, intentando seguir una línea lógica que no demuestre el posible retraso mental,  el retraimiento y la falta obtusa de ganas de gastar saliva en la masa viviente que respira, en la masa con ojos que habla por hablar.  Luego se convierte en un hábito, luego en una costumbre, luego en una tradición, luego en una adicción incesante, luego te lleva, te coge y no te suelta hasta poseer cada aspecto y esquina de la vida.

Al final es un refugio, una casa de plomo, un castillo de plumas, una almohada envuelta en ácaros y unos sueños difíciles de corroer. Al final la gasolina es whiskey barato y vino de caja, amor puro y duro por las comas y los puntos y una fascinación absoluta por el olor de un libro junto con la resignación vehemente de que de esto no se vive y de que el mundo no merece tanta poesía, tantas ganas de vivir.

En el crepúsculo uno se da cuenta que todo lo que ha hecho y construido pertenece a un mundo que no existe, los escritores notan que sus hojas se envejecen y se rompen, los arquitectos que sus edificios se caen, los médicos que sus pacientes se mueren, los psicólogos que también ellos se enloquecen con facilidad.
¿Refugio de qué? ¡De todo! De la gente, del pueblo, del mundo, del agua y la arena, de la tierra… No hay nada más bello, no hay nada más inexacto, más vacío, más repleto; no hay nada más amorfo ni más placentero. No hay nada que disfrute más, que odie más.

No hay nada más, solo una novela repleta de capítulos, un montón de letras, algunas borrables, otras escritas en sangre, otras envueltas en perfumes y otras guardadas para no llorar. Es un telón rojo de teatro burlesco, una copa sin terminar, un panfleto sin información y un millón de líneas en un libreto que nadie se aprende por que no vale la pena saber esta broma cómo va a terminar.

¿Broma? ¡Sí! La vida es una triste broma que se ríe por sí sola, que respira sin pulmones y se come la piel desde adentro. Una broma sin engaño, una verdad que se sale de las manos y se posa reluciente a las afueras del salón.

¿Y luego qué? Luego uno se arruga y se muere, y ojalá que nadie llore. En tiempos donde se llora por un celular o un programa de televisión, que me lloren si me muero es un insulto, porque aquí ya prostituyeron las lágrimas, y para putas ya tengo la de babilonia, la cual espero no me entierre así me tenga que escapar. 



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