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Mostrando entradas de abril, 2014

Carta a los Amores Muertos

Me gustaría matarla mientras duerme, clavarle un cuchillo en la garganta y detener sus ronquidos miniatura y sus sueños color pastel. Me gustaría taparle la boca y drenarle la vida mientras cierra los ojos, mientras llora, mientras me limpia las sábanas de tanto amor, de tantas ganas sin respuesta, de tantas respuestas sin disfraz. Sigo pensando en acariciarla hasta dormir y verla durante horas respirar  y sonreír en la almohada, desnuda. Sigo pensando dejarla ahí, prenderle fuego a la habitación y cerrar la puerta con un candado que no pueda romperse, bloquear las ventanas para que no pueda saltar. Quemarla, matarla, destrozar cada rinconcito de su cuerpo donde me sentí tan seguro, donde vi al mundo entre sus senos y entre las aureolas color vainilla que mostraba sin placer. Quiero que grite, que se ahogue en la sangre o en el humo, que la devore el colchón y que lo primero que vea al abrir los ojos sea una carta pegada al techo con mi letra que diga “La amé”. Quiero qu...

Valentía

Un día me levanté queriendo dejar de llorar por tanto quebrado, tanto insulso, tanto ignorante. Me levanté pensando en cómo podía dejar de afectarme ver tanta puta con ropa sucia y olor dulzón, con su sonrisa amarilla  y  esos dientes que se lavan entre la succión rutinaria de las penas propias y los gemidos ajenos; tantos ladronzuelos sin sueños envueltos en sida que le inyectan jeringas a las nalgas de Dios y bebés en minifalda con el culo abierto que ya tienen cédula y muestras de jabón. Un día le quise preguntar a mi abuelo sobre su vida para entender la mía y descubrí en un horno  sus cenizas todavía tibias ya sin modo de encontrar la lengua ni los labios con los que hablaba, y se me deshizo una lágrima con la que en el fondo quería humedecerle una boca que ya no existía… ¡Vida perra cómo eres de mal educada!, justo cuando quiero un consejo te llevas a la única persona que me lo daría sin tener ni íntima idea de lo que dice, justo como debe ser, justo como quiero qu...

Mi yo y su sombra.

Había acabado de colgar el teléfono, de escuchar la voz quebradiza de una mujer gritando con todas sus fuerzas y casi sentía sus lágrimas empapándome a cientos de quilómetros de distancia. Tenía la sensación de estar desprendiéndome de mi propia vida, pero ésta vez no momentáneamente sino de una vez y por todas; sentía el vacío abismal que se genera cuando se está a punto de montar a un avión, a un tren o a un bus que se sabe que no tiene ruta de regreso. Mi respiración se aclaraba y entre más lejos, más podía utilizar mis pulmones, más liviano estaba mi cuerpo, más despejada estaba mi vida. Había vivido mis últimos años en una rutina exitosa que había dado frutos suficientes para vivir soltero el resto de mi vida, había intentado estructurar una familia, un amor, una trascendencia más allá de mis historias pero cada acercamiento me cerraba un poco más la puerta a la compañía. Sólo después de conocer a Bennett pude sentirme equilibrado, era una mujer hermosa, simpática, absolutame...