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Una vulgar analogía a la tristeza.

Y fue el deterioro constante, natural y palpable lo único que alcanzó a ver por entre las rejas de una cárcel invisible. Las mil y una lunas que no alcanzaban para pagar la renta ni para hacer soñar; eran ya las 2 de la madrugada, el alcohol no hacía efecto y las sonrisas, desdibujadas en la vulgaridad próxima de la embriaguez temprana, nos daban como consuelo un silencio repetitivo, cansado.  La derrota era simbólica, estrambótica, sutil. Se trataba de los poemas mal escritos y la incapacidad de salir de una dirección inequívoca, prudente. Se trataba de darle continuidad a la periferia que sin mapas nos atormenta, nos envuelve y nos convierte en centros de memoria, en observatorios que con los ojos expuestos se mantienen felices para no perder la fe.  Habían heridas que se alimentaban de las caídas diarias, de los resbalones intencionales y los golpes amigables que rompen costillas, que estremecen el alma. Habían traiciones servidas, mentiras pendencieras y tej...

Intermitente

Ella es la suma de los errores que bailan al compás de la desdicha, El silencio cómplice del maquillaje que se corre muy despacio y sin querer; La luz intermitente que no alumbra ni se va cuando se acerca, Las ganas que se expanden y sumergen en sus pies. Ella es el verde de unos ojos que no observan fijamente, La lentitud obstinada de la réplica de un temblor en las costillas; La respiración cortada de una nariz respingada que se niega a contestar. Es la piel perfecta de un blanco conforme y un sinfín tonalidades escondidas; La marca descarada del abrigo comestible de sus labios de papel, Es el juego prohibido de extasiarse con su lengua sin tocarle una pestaña, El riesgo de probarla y no poderse separar. Ella es una droga que no venden, un cigarrillo que no prende, Un poema que no existe y tres abrazos que no están. Ella es un camino sin retorno en un bosque sin salida, Un trago de Whiskey que me quema antes de entrar.

"Somos"

Tenemos todo para ser felices entre el mar de mentiras que construimos juntos. Somos, casi sin quererlo, la antítesis de nuestros sueños más preciados y nuestras pasiones profundas y vulgares. Nos dimos cuenta al pasar los años que nada pasa por casualidad y que todo pequeño acto tiene una consecuencia, una íntima y aguda forma de mostrar la vida con el tono gris que inocentemente pintamos de arcoíris.  Tenemos un océano de pulcritud apestada de orgías individuales, de amores colectivos y odios sin razón. Derrumbamos sin saber por qué la torre de los delirios y nos lanzamos a una realidad celosa y prostituta; Prostituta de sueños que se venden para mantener hijos, prostituta de rencores que podemos repartir a quién mejor le queden, a quién menos razones tenga para estar aquí.  Somos salvajes, inertes en nuestro movimiento constante hacia la nada y activos allá donde las esperanzas más baratas nos parecen estandartes que le dan sentido a la vida.  Todo sig...