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Mostrando entradas de 2020

Ramblas sin oxidar

Demasiado adulto para saltar por los balcones, le robo a mi juventud ideas aplazadas de tormentas que parecían infinitas. Demasiado cansado para huir del tedio, me abrazan ideas recurrentes que no tienen forma, palabras que nacen muertas, e ideas inútiles que se suicidan. Indultado de culpas que creía mías, alargo las frases buscando respuestas, rasgando recuerdos borrosos de talentos perdidos, obligándome a mirar al abismo y a seducir al vacío contraproducente de mi mortalidad. Obsesivo, reconstruyo una a una las figuras desdibujadas de mis cuentos de hadas. Descompuestos por el desuso, intento traer de nuevo al papel a todos los cuerpos invisibles de los que alguna vez me enamoré. Desesperado, disparo al espejo, pero ya no queda nadie aquí. Soy los besos de los personajes transmutados de mis fantasías. Un embustero sin audiencia, enfrentado a una reputación que, como premio de consolación, me regaló la valentía. Soy todo lo que escribí en los insoportables dolores de cabeza, aque...

De lo Inútil

Camino en automático, a veces. Como quien conoce su destino sólo porque sabe las coordenadas, aún sin imaginar el paisaje que le espera. Hago malabarismos en una linea gris que a veces se torna roja y a veces invisible. Esperando caer por un lado u el otro, sin distinción, porque el esfuerzo de mantener el equilibrio me quitó la posibilidad de mirar el fondo. ¿Es un fondo rocoso, húmedo, rígido? ¿Es acaso césped verde y blando, con brisas cálidas? No lo sé.  A veces me siento ciego, viéndolo todo sin poder detallar nada, pierdo la capacidad de distinguir colores, aún sabiéndolos. Como si su profundidad se difuminara en el vacío de su significado, y me invento estrellas azules, verdes y violetas, para no olvidar. Las formas pierden su sentido interno, su conexión con el mundo que me rodea, y medio asfixiado por la falta de respuestas, distingo a lo lejos, borroso, como cada objeto cae en un hoyo negro, desintegrándose, desapareciendo sin ningún grito de auxilio, sin ningu...

Pequeñas Catástrofes

Incapaz de trascender más allá de las ventanas, mi mayor tesoro es la luz del sol que se raciona en las mañanas, cuando el frio golpea el suelo de los balcones en las casas cerradas del mundo. Todos los muros me parecen delgados y casi quebrados, pero impenetrables; todas las puertas se maquillan abiertas y sin cerraduras, aun así, herméticas por obviedad. Estoy frenado en el tiempo, detenido entre la velocidad automática de la vida y las inquietudes que subyacen a las cosas excepcionales que no me pertenecen. Todo parece estar afuera, casi inquebrantable, pero encuentro que el mundo es tan pequeño como mi cama, cómodo, extenuante, extravagante e infinito sólo para mí.  El dolor en la espalda a veces me llega al alma, y las ansias vacías, a veces compartidas de volver, ya no me pertenecen, como si flotara. Todo parece detenerse, ralentizarse al menos. Y la realidad se agrieta en las pantallas de litio y parece distante, con miedo.  Me vínculo con los sueños nubloso...