La Exclusión y El Progreso: Una Crítica Histórica.


La ciencia, una forma de progreso, desarrollo y exclusión; un histórico tan manchado en cada cultura donde se permea que ha hecho, a lo largo del tiempo los más grandes favores y propiciado las más grandes desgracias a la humanidad.
El afán humano por la perfección y el control absoluto de todas las cosas, han logrado un frenetismo audaz y persuasivo en nuestras vidas, nuestro pensamiento y lamentablemente, en nuestras acciones; Este ensayo, va encaminado a dar un punto de vista personal sobre la forma en la cual la medición psicológica ha generado un impacto importante tanto positiva, como negativamente en la historia, basándose en los antecedentes de exclusión sistemática practicados desde sus inicios, que aunque necesarios, fueron muchas veces la base de importantes delitos, intelectuales y terrenales, entre ellos, los causados directa o indirectamente por Francis Galton y la eugenesia, el dañino estereotipo de normalidad  y la obsesión desmedida por limpiar nuestra sangre de lo que creemos sobra o no sirve en la sociedad.
Hacia el año 1833, Galton acuña el término de la eugenesia, una forma revolucionaria para su época, para crear seres humanos a base de una estética de perfección guiada básicamente por la idea victoriana de elegancia inglesa, donde las altas clases sociales, pudieran de alguna forma, establecer hijos y nietos hermosos que sustentaran la maravillosa sangre azul tan amenazada en el momento, esto siguiendo un patrón de mejoramiento en el cual, al igual que en los alimentos o en los caballos de carrera (Elía, 2009) entre mejor sean los aspectos de la pareja, mejor será el nacido bajo su manto; Sin embargo, este no fue el primer acercamiento a las masacres humanas en pro de mejorar los pasos de nuestra piel, pues, nada proviene de la nada, y los efectos son desembarcos desmedidos de las causas que no recordamos en nuestra historia, y esto puede verse en el oscurantismo medieval, donde los rígidos conceptos de normalidad provocaron la locura de los pueblos y la muerte de mujeres inocentes por sus aptitudes, actitudes y diferencias que debían ser acalladas, quemadas, u ahogadas sin contemplación, para luego plantar el ambicioso virus en generaciones futuras, que no lograron dejar atrás las voces de una sociedad que debía seguir estándares de calidad, como un producto de venta, donde la única diferencia debe ser el número de serie.
Para entender un poco más la lógica de Galton, debemos primero devolver nuestros ojos a la Inglaterra del siglo XIX, donde algunos acontecimientos cimentan la egolatría social y el orgullo étnico que desembocarían en una limpieza “necesaria” del pueblo y los inmigrantes para que los  Lores  y los Sires no enrojecieran sus mejillas al ver poco agraciados seres en sus palacios a la hora del té; La revolución francesa, llevada a cabo a finales de los años mil setecientos, y las guerras contra España y más aún contra Napoleón, llevaron a Inglaterra a vivir un marco de violencia que desembocaría en la victoria contra las fuerzas napoleónicas en la mítica batalla de Waterloo en 1815 (Argenter, 2009); esto, junto con las reformas sociales a lo largo y ancho del territorio, devolvió a la realeza inglesa su brillo, dando al pueblo una fuerza psicológica de orgullo y superioridad; No tomando esto como punto definitivo, si parece ser importante mencionarlo, pues fundamenta el porqué del pensamiento inglés y las problemáticas propias de la guerra, que terminaron llevando a su territorio personas de toda Europa, víctimas de la violencia.
            Mientras tanto, la eficiencia de trabajo sistematizado y el auge de las máquinas de fábrica, la rapidez y la perfección, abordaron también los estamentos de producción gracias a las revoluciones industriales; la sociedad de consumo se hacía cada vez mayor y más importante, el mercado se expandía más allá de las fronteras conocidas y el inconformismo mundial veía inocente el nacimiento de un monstruo que aun sustentamos en  nuestros tiempos; Las teorías evolucionistas de su primo Charles Darwin, de quién recibió una gran influencia por parte de el origen de las especies, y otro sin fin de factores sociales propios de su vida personal, lo llevaron a formular esta interesante, pero corrosiva teoría.
            “la naturaleza produce variaciones sucesivas y el hombre las conduce hacia donde le resultan útiles” (Darwin, 1859. Ed 2008). Esta frase puede darnos una sutil idea de la selección natural de Darwin, un genio malinterpretado de alguna forma por Galton, quien tomo estas tesis, y las revolcó dentro de un sinfín de argumentaciones elitistas llamadas posteriormente Eugenesia.
            La eugenesia es una mal llamada filosofía social, que sostiene que los parámetros hereditarios pueden ser intervenidos o influenciados por diferentes factores, que pueden ser controlados, entre ellos está la selección artificial, la vigilancia poblacional y prenatal; estas prácticas, llevadas a cabo en masa para lograr un efecto en la sociedad, fomentaría, una “Higiene racial”, término utilizado por diferentes corrientes, políticas y movimientos, como el nacismo, o radicales religiosos, o por políticas como las Estadounidenses de mediados de los años 30.
            Tomada como punto de partida para la esterilización y el asesinato de miles de personas, bajo el telón de protección de la humanidad y mejoras para el futuro, y en base del desarrollo de la medición psicológica en la enfermiza curiosidad humana de categorizar y explicar de cualquier forma todos los aspectos de sí mismo y del ambiente, enseñados en el control hacia todo lo existente, es la eugenesia un hito importante para pensar y reflexionar sobre la cautela en los estudios de medición y evaluación, donde el poder está sentado bajo el conocimiento y convence a más de uno, de verdades atroces y acciones deplorables, convirtiendo un bien utópico en un mal real que difícilmente se borra, mutando en una Sociopatía del conocimiento francamente absurda.
Como seres humanos no podemos colocar el poder sobre nuestras manos tal como lo hizo napoleón al proclamarse emperador, ni podemos dar juicios morales de bienestar absolutista para el mundo como lo pensó Hitler, tampoco podemos si quiera categorizar la complejidad humana en un papel de preguntas y respuestas con resultados cuestionados, ni atrevernos a pensar quien sirve o no en la sociedad, ¿no fue acaso Albert Einstein quién tuvo un lento desarrollo  en su época colegial?; Como psicólogos, estigmatizar es un delito, y como científicos, creer absolutos, una mentira, es por esto que, Aunque han sido grandes los avances en materia de medición a lo largo del tiempo, y que su función en la sociedad está tan arraigada como fundamentada en la necesidad utilitaria de conocer aspectos específicos de las personas, sus exclusiones no han sido pocas, y sus influencias no han sido banas, en el afán simplista de resultados y en la cultura de tópicos irreales sobre lo que debería ser; cuando lo que es, debería preocupar más en el ahora que en el mañana como historia, cuando ya no haya remedio, como no lo hubo con las brujas ni con los judíos, como no lo hubo con los inmigrantes ni los esterilizados, como no lo hay con los desempleados , como no lo habrá con los considerados distintos o anormales en un lugar donde la pluralidad es una bandera que sostiene un inquisidor con el rostro de todos nosotros.

Las diferencias nos alimentan intelectual y subjetivamente cada día, llenándonos de polos y ramificaciones propias de un pluralismo ideológico, psicológico y social, donde la afirmación del “Sí mismo” construye una pauta de interacción que enriquecería cualquier campo intelectual o científico, pero también, el de la vida cotidiana, donde notamos, que cada persona tiene un valor que no debe ser sesgado por planteamientos de ninguna índole, pues nadie, desde su capacidad o puesto social, tiene el derecho a explotar los ya tan oscuros y secos cánones de nuestra vida, donde la ciencia, y específicamente para este caso la medición, debería ayudar a potencializar cualquier tipo de aspecto, y no, por el contrario, sesgarlo y sugestionarlo; así mismo tampoco es posible pensar como lo hacen aún muchos a lo largo y ancho del mundo, que lanzan críticas a lo diverso, a lo diferente, como jueces que nadie nombro, pero que todos aceptamos, o políticas públicas que abogan por el exterminio de un grupo de manera sutil, donde la libertad se convierte en un mal chiste y las armas más poderosas de control, son brindadas sin ton ni son por quienes siguen y seguimos cayendo en el error de la historia, creer que la pólvora será utilizada para divertir o los átomos comprimidos para el avance, y no para las bombas nucleares; Todos aportamos a un mundo donde lo perfecto es artificial y el fin justifica los medios, todos usamos mascaras limítrofes entre la perfección que Galton buscaba,  ayudando así, a que estas raras ideas, no desaparezcan.

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