Huellas Dobles.



Algo está mal, y no cuadra, ni se enfoca. Algo, medio abstracto, medio fino, se acerca y cautivo se deja ver borroso, en la sombra, como si tuviese miedo aún y no estuviera convencido de lo que va a hacer. Algo está ahí, latente, presente en las pausas de silencio colectivas, en las conversaciones finitas que se esparcen entre los labios, que secan la saliva y nos avergüenzan sin remedio alguno. Y sigue caminando, sin piernas; y hablando sin voz; me habla de la imposibilidad de hacer las cosas bien y la complejidad que representa la ley innata de querer matarnos entre todos.

Algo susurra, me espanta. 

Y siento que se desencajan las piezas del mundo al tocarlas, y veo los rostros quietos, complacientes, decaídos. Huele a niebla y pinos mientras se quema la montaña y se incineran juntos Mahoma y Satanás. La memoria se confunde y se destrozan las habilidades mundanas, ocasionalmente divinas del amor y la locura. Pensando en eso, en aquello; pensando en absurdos, en redenciones ficticias y en libretos repetitivos que no llevan puntos finales ni  tildes bien puestas. 

Algo está ahí, y sin perseguirme me acompaña. 

Sin permiso, se entromete en lo cotidiano y desdibuja siluetas prestadas. Intercambia, como en un juego infantil, máscaras engañosas con vacíos planeados y deja entre ver el futuro incierto que nos viene persiguiendo montado en preguntas que no queremos responder.  

Ya nunca estoy solo, pero no hay nadie y Algo está.

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