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Mostrando entradas de octubre, 2013

¿Había una vez?

Aquí no hubo un había una vez, se lo tumbaron a punta de bala, de salsa y de rock; se lo llevaron entre los callejones oscuros de grafitis manchados y las pancartas mal puestas del apartamento 3 x 2 con charquito incluido. Aquí se pirateó el final de la película y se les pasó por falta de fondos ponerle subtítulos a tanta tragedia diaria y atraco de andén; aquí también, como en tantos sitios nos llenaron de reinados, de bailes, de conciertos, nos dieron fútbol hasta las pelotas y nos culturizaron con los próceres inmortales que no cagaban ni tenían fe. Aquí, a unas cuantas cuadras pusieron esculturas de la diosa del agua, levantaron banderas y esculpieron mujeres desnudas para demostrar cultura junto a un barrio con  el apellido de un presidente muerto, un poquito más allá re-modelaron las casas y des-emparedaron los cuerpos de cada muro antiguo, alejaron los fantasmas con cumbias ajenas y sellaron los tubos de escape y los huecos de las tres cuadras turísticas que le recuerda...

Las sobras.

A este hombre le acabaron las mañanas pausadas Los cafés demorados y las duchas calientes; Se le fue de repente el papeleo del viaje Lo dejó el bus con destino a muy lejos, Y no le importó más que tres tejos, Quedarse muy cerca de la lejanía de ayer. Se le fue el avión, junto con el madrugón aventurado Se le fue como se había ido antes su primo y su hermano Lo dejaron hasta las deudas desnudo en la cama Tocándose las penas, amándose las canas. La  mujer que no había tenido se había muerto de melancolía Y los hijos que no parió  lo dejaron con una pensión de apatía Le quedaban los libros de historias que no recordaba, Las enfermedades grumosas, y las ganas de nada. Se acompañaba entonces de un whiskey en las piedras Pues las rocas le salían muy caras y no tenía ni cómo ni cuando No tenía las botas puestas ni las aves cantando; No le ladraban los perros ni le huían los gatos Se había quedado en el mundo pero el mundo lo había dejado...

Un salto.

Lo primero que notas es un color grisoso en el reflejo del espejo de baño al levantarte, se monta entre tu rostro y la superficie fría que lo refleja, como si fuese mugre incipiente que habla muy despacio. Sin embargo por ser la primera imagen del día no le prestas mayor a tención y te desnudas esperando que el agua, como siempre, calme cualquier demonio que no se quiso acostar a dormir en la madrugada.  Apestas a alcohol. Te metes a la ducha, está fría, aún húmeda por la última persona que la usó, con ese aire a encierro de baldosas con luces amarillas; sientes el agua venir por la tubería mientras giras la llave despacio, teniendo miedo del choque directo te alejas un poco y tocas con las manos los escupitajos primeros del grifo, esperas a que se caliente y te calmas, ya no eres deforme, ya no tienes miedo, ya te lavaste, ya te olvidaste de ti. Llegan las tardes, tan críticas y calmadas, hacen olvidar las mañanas que ahora duran el doble y las noches que ensordecen la luna...

Sordera.

Quiero metamorfosearme, condicionarme, acumularme en un montón de diminutas partes que signifiquen más que un todo, quiero por otro lado ser cada una de las cosas que pienso y hago, sin divisiones, sin comprensiones obtusas, solo ángulos curvos que me ayuden a tomar impulso; Veo muchas montañas lejanas, llenas de piedras filudas y nieve caliente, arboles grises y verdes que bailan con el viento y saludan al cielo pasivo sin esperar nada. Veo el cemento carrasposo y los charcos andrajosos junto a los edificios tumbados sobre la calle con ventanas rotas y sucias, veo gente, mucha gente de un color y otro, de trajes armados a la medida y abrigos de piel marchita revuelta en crema bronceadora y exfoliante que grita desesperante que le dejen disparar. Veo zapatos gastados, piernas cansadas, senos caídos y círculos perfectos en los ojos de la muerte vestida de autos embriagados de alcohol. También puedo ver inseguridades escondidas, fortalezas inútiles y debilidades exactas que nunca qu...

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Imagen
De nuevo esa incapacidad inconstante, absurda, demente; de nuevo me pierdo en la mitad de una selva inventada y me dejó roer los huesos por animales que no existen; siento de mis dedos saliendo gusanos, de mi barba naciendo mil insectos y de mi cerebro saltar renacuajos miniatura con sabor a moho endulzado. En mis pies veo tres serpientes y en mi pelo dos moscas a punto de estallar. Las avispas no dejan de mirarme. Salí a la calle hace poco, esperando con el aire puro de un día de lluvia tranquilizar mis diminutos animales internos, mis mil mareas de muerte y la imaginación desembocada por el silencio de los pensamientos. Sin embargo la gente se movía frenéticamente, hablaban idiomas raros, gesticulaban con los labios partidos y se vomitaban sobre sus lenguas largas y esquivas. Sus ojos  iban de un lado otro sin parar saliéndose de su eje pero permaneciendo inmóviles observándome, a algunas, el pelo les estrangulaba por el cuello mientras que a otras se les metía por la garganta...