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Mostrando entradas de enero, 2014

La mente en blanco

Hace poco, en una de mis madrugadas, porque sí, son mías, decidí que quería tener la mente en blanco, abandonarme de todo y sentarme a verme morir uno poco antes de prender un cigarrillo, de sentir el humo. Tuve la necesidad de silencio como hace mucho no la tenía; la falta de fuerza para soportar mi propio enojo se juntó con mis ganas de no poseer absolutamente nada, ni siquiera a mí mismo. Quería no tener que soportarme, que verme, que olerme, quería arrancarle un segundo a mi vida y botarlo lejos en forma de protesta contra el condenado tiempo que pasa desprevenido por mis retinas, llenando de polvo todo lo que veo, secando las lágrimas que suelto, borrando las sonrisas, mis alegrías. En esa misma madrugada noté mi incapacidad para detenerme sobre mí mismo, girar sobre mi propio eje y saberme estático y en paz. Sentí la inexorable y castrada memoria que me viola en las noches, la falta de agujeros en la madriguera del conejo para hundirme un poco más, pero sobre todo, ahí senta...

De los Excesos

Hace ya cuatro noches que dejé de contar los días que han pasado desde que usted decidió irse, doce lunas hace que no como más que sardinas y atún, además  unas cuantas horas han pasado sin que prenda un cigarrillo para atenuar las cachetadas de su fantasma matutino. No se decepcione de mí otra vez, juro que mis obsesiones están controladas y he dejado de razonar cada paso que hay detrás de la desilusión de ver sus nalgas detrás de una puerta de cristal, gritando de libertad por dejarme aquí sentado.  Es solo que el desinfectante de la oficina me ha raspado las manos mientras intentaba por enésima vez despojarme del mugre que me dejó su recuerdo y las lágrimas se me cayeron manchando la camisa blanca que odié desde el día que usted, con su sentido del humor, decidió regalarme ropa clara sin tener en cuenta mi compulsividad hacia casi todos los aspectos de la vida. ¿Recuerda cuando me llevó a terapia para que entendiera que la suciedad no está tan mal?, bueno, ahora me sie...

Divulgato.

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El rojo sobrio y el negro oscuro. - ¡Hoy seré distinto, me beberé el agua triste y vomitaré alegrías para tener una resaca feliz! - Creo que deberías tratar tu problema de alcohol. .. - Primero lo segundo señor elefante, no de cualquier tormenta puedo sacar los destrozos de mi vida. – No es una tormenta lo que tienes adentro amigo, son solo los recuerdos de una vida que te niegas a vivir. – ¡Yo no me niego a nada ingrato, solo reinvento mis anécdotas en historias bellas que puedan pasar por mi garganta! – A eso en éste mundo se le llama mentir . – Pero en los otros cinco mundos que nos quedan esta noche se le llama vivir. - ¿Cinco esta noche?, ¿y qué harás después? ¿Hablar con el espejo sobre tus infinitas desventuras? -  Para qué necesito un espejo si tengo ya un sobrio eterno y aburrido al lado mío ¿ah?, déjame un rato más revolcarme entre mis alegrías efímeras, entre la carne podrida de mis festejos y la receta de fármacos que me aprobaron ayer. – Esas pastillas azules...

A veces

A veces las montañas se caen encima de los profetas, Y del cielo no baja más que lluvia en forma de piedras hambrientas. A veces no basta sonreírle al vino ni salir de noche, A veces hasta la soledad se cansa de escupir reproches. A veces hasta el más fuerte precisa una palabra amable Un gesto sonriente y una conversación estable, Un café que le dure una tarde, un beso que pase el segundo Un interés genuino que no sea vagabundo. A veces hasta al tiempo le falta tiempo para decir las cosas Y a las palabras tildes y comas para no sonar quejumbrosas, Para no creerse invisibles en una oscura frontera, Para no escupirse a sí mismas en un mar de brea. A veces purgar la memoria solo trae a la boca gusanos de seda, Tierra húmeda y mejillas cálidas Sábanas tristes y cuerpos desnudos sin ganas de hablar.

Una Mujer Que Escribe.

Hoy buscaré el fondo de una condición que molesta, las ganas robadas de una fiesta sin invitación y los litros de miel de limón que dejé de servirle a mis sueños esperando que viniera alguien a decirme que no. Regalaré letras a quién no las merece y alagaré a una prostituta que me bese sin cobrar, solo si me recuerda por lo menos su olor o su sombra, si me dice debajo de las sábanas sus cosas, y me humedece el alma sin hacerme sudar. Besaré las fotos de gente que no reconozca para buscarle lejos de los lugares que habita, para sacarle de la cueva de mis dendritas y ponerle justo en el punto de mira que lleva mi espejo, y jugar a que nos volvemos viejos y nos volvemos a encontrar. Acariciaré la piel colgante de mi retrete, los vómitos que limpié  las noches bohemias y el polvo de estrellas cercano para exorcizarme de sus hábitos macabros y sus poesías envueltas en carbón. No, a una mujer que escribe no se le puede dejar tan fácil, sería mejor quemarse detrás de la ducha o g...