Divulgato.
El rojo sobrio y el negro oscuro.
- ¡Hoy seré distinto, me beberé el agua triste y vomitaré
alegrías para tener una resaca feliz! - Creo
que deberías tratar tu problema de alcohol... - Primero lo segundo señor
elefante, no de cualquier tormenta puedo sacar los destrozos de mi vida. – No es una tormenta lo que tienes adentro
amigo, son solo los recuerdos de una vida que te niegas a vivir. – ¡Yo no
me niego a nada ingrato, solo reinvento mis anécdotas en historias bellas que
puedan pasar por mi garganta! – A eso en
éste mundo se le llama mentir. – Pero en los otros cinco mundos que nos
quedan esta noche se le llama vivir. - ¿Cinco
esta noche?, ¿y qué harás después? ¿Hablar con el espejo sobre tus infinitas
desventuras? - Para qué necesito un
espejo si tengo ya un sobrio eterno y aburrido al lado mío ¿ah?, déjame un rato
más revolcarme entre mis alegrías efímeras, entre la carne podrida de mis
festejos y la receta de fármacos que me aprobaron ayer. – Esas pastillas azules te van a matar en unas horas, te sentirás mal,
tendrás náuseas y ni el sueño se te va a querer arrimar con el ánimo de mil putas
que vas a cargar en la espalda.
¿Ánimo?, pero sí de eso te encargas tú mi peludo amigo, ¿sabes?
es curioso que solo aparezcas en la silla contigua cuando mezclo mis pastillas
con alcohol barato, ¿será que no existes? –
Existir es algo que tú dejaste de hacer hace tiempo señor mío, yo solo vengo a
visitar tu inexistencia, te dejé ir y ahora eres un bohemio desgraciado y sin
esperanza – y tú un pendejo sin forma y con un tono formal que aburriría al
mismo Zaratustra en sus épocas más festivas. – Ése libro lo leí yo, no tú.
Los dos lo leímos compañero felino, poseemos los mismos ojos
y las mismas retinas, los mismos nervios y los mismos demonios detrás del
cráneo. – No borrachín de vereda, solo
eres una sombra asquienta que se niega a abandonarme – No reniegues de mi
existencia suricato mal habido, ¡te di
todo lo que tienes hasta ahora! – Y es
precisamente por eso que no poseo nada más que a mí mismo, malhechor degenerado
- ¿Y qué más quieres amorfito? Te reconociste en el fondo de un pozo que yo
cree para ti y ahora… ¿Ahora sales con la nariz respingada y la piel
triunfante? ¡Yo te enseñé a escribir, a leer, a beber y a morir!... Cuando lo
único que tenías era la cotidiana cerveza de los viernes. – Cállate de una vez, ¿no querías embriagarte
y vomitar alegrías cual arcoíris? – ¿Y tú no debías mantenerte sobrio? ¿Qué
haces bebiéndote mi copa? – Tenemos los
mismos labios. – Exactamente mi distinguido
hipopótamo blanco, tendremos que aprender a vivir juntos. – Pero déjame hablar ésta vez a mí, sueles asustar a las personas.
- ¡Claro, claro! Habla tú, ni que estuviésemos locos para pelear por eso, yo
miro de lejos y espero el momento para aparecer.
Siempre escoges un mal
momento – Sí, justo ese antes de que nos tires a un carro o nos hagas
saltar un puente a media noche. – Tengo problemas…
- Y graves mi querido Watson, pero tranquilo, con más pequeñas cosas ha
sobrevivido un hombre a una intemperie. – ¿Y
cómo sobrevivir a ti? – De la misma forma que sobrevivimos al amor, al odio
y al desazón de las mentiras y las nimiedades propias de las mujeres que nos
intoxicaron. - Sobre todo la tuya pequeño casanova. - Con tres balas en el cráneo la logré superar,
creo que fue bastante sano para los tres ¿no? - Deberías aterrizar en ésta
realidad – No, no, no, señorito de trapo, deberías despegar de una vez, muy
lejos, donde no necesites pastillas ni
amor para vivir, justo entre el olvido y la inmortalidad, allí, donde dejaste a
tus amadas. Éste mundo ya no tiene nada para gente como tú – Ni como yo.
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