Acompañantes
Vuelves, una vez más, como una broma sin remedio que se empeña en sonreír. Te acercas, estás sola, casi por completo desnuda y llena de ropa que no te va. Gritas, siempre lo has hecho, con esa voz dulce como el acero y carrasposa como las rocas del acantilado donde me empujaste un día para mostrarme el cielo. Susurras, despacio, agitada, sin hablar. Gritas tanto que solo yo en un eco puedo escuchar tus susurros desesperados, tus sueños inconclusos, tus desilusiones forzadas y tus ganas infinitas de callar. Estás sola, y aun así vienes acompañada de una cohorte de soldados de tela y sal. Algunos van forrados con terciopelo como tus manos, otros pintados de gris como tu luz. Estás sucia, con la piel perfectamente limpia y el cabello brillante, estás sucia, pegajosa, destruida. Estás desesperada, pero solo yo lo sé. Me odias por saber lo que sabes y querer lo que quieres, por ser una sombra molesta, una vista intrépida y un borracho sin fin. Me odias por mis deseos insulsos de am...