Para Ella.
Hoy no quiero pensar, no quiero extrañar, no quiero vivir el
presente, no quiero soñar el pasado. Hoy no quiero llorar por dentro, no quiero
reír por fuera; hoy no quiero nostalgia, hoy no quiero tristeza. Se va, se fue, se me va, se me fue.
Físicamente más lejos nunca va a estar, físicamente ya no podré molestar.
Físicamente despertarme ya no puede, físicamente ya no escucho sus gritos, sus
palabras, sus lloriqueos de héroe consentida.
Pero aún me despertará, seguramente en la noche, seguramente
en silencio. Aún me hablará, ya sin palabras más que de vez en mes. Aún sentiré
las caricias que no nos dimos, los golpes en juego en un desayuno a distancia.
Es distinto, tengo miedo, tengo fuego, tengo llanto que no
sale y palabras que no están. Tengo su foto y mil doscientas formas de
encontrarla, de hallarla, de acercarla como con una cuerda para esperar que
nunca se pueda soltar.
Hoy no quiero dejar de escucharla, hoy no quiero rezar,
pedir. Hoy no quiero querer nada más que a ella. Hoy se me parte otra vez todo,
pero esta vez un poquito más profundo, un poquito más adentro. Hoy tengo que
despedirme como muchas veces me despedí, pero sabiendo el peligro, queriendo
ser ignorante, queriendo por primera vez en mi vida no saber de nada, no
estudiar sobre nada, sobre eso.
Hoy no quiero saber pensar, ni criticar, ni sentir. Hoy no
quiero leer noticias, hoy no quiero comentar historias; hoy no quiero saber de
política internacional.
Pero mi familia es de mujeres fuertes, grandes y preparadas.
Y ella es más fuerte y más grande que yo. Siempre lo fue y lo será. Me duele
amarla como la amo, me duele no decírselo mil veces más antes de que se vaya.
Me duele no detener el tiempo, me duele no abrazarla muy seguido. Pero amo su
vocecita, sus pensamientos, sus formas cómicas de resolver la vida, de contar
su historia. Sus silencios, sus pasos grandes, su pereza, sus sueños, esos que
se va a buscar.
En cada granito de arena que se le meta en las botas
quisiera estar, en cada rayo de sol que le caiga en el casco, en cada chaleco
antibalas, en cada guardia nocturna y en cada ejercicio sin fin. En cada
palabra que le “pegué” con la costumbre, en cada sonrisa que le robé con
bobadas, en cada pasó que se tropezó con mis zapatos, en cada dolor que vaya a
sentir al otro lado del mundo.
Hoy solo quiero estar tranquilo, llorarle el hombro y
regalarle mi sonrisa, mis palabras y mis letras. Hoy quiero esperarla el tiempo
que sea, hasta que nos volvamos a ver.
Comentarios
Publicar un comentario
Habla amigo, y entra.