Pupilas que Engañan
Esta es una confesión a gritos que se rasgan, un secreto
transparente y sucio, un sinfín de significados vacíos y significantes
completos. Esta es una carta a la nada en forma de sonrisa grande y colores
dispersos, un juego sin ganador y sin podio, una oscuridad que sólo se alumbra
con letras anónimas. Estas son nubes que
no sostienen y son amorfas, esto es lluvia de tinta inexistente que mancha los
ojos y ensucia la mente. Esto es incitar, pedir, gritar. Esto es cinismo y amor
al arte, al caos.
Somos un placer culposo de coincidencias que volaron, que
no son aves en el cielo ni estrellas celestes en un amanecer turbio. Somos lo
que no fuimos y lo que nos faltó ser. Lo que somos ahora resume los besos que
se dieron los huesos, los golpes, la saliva, las ganas de llorar. Somos
felicidad enlatada y en conserva, silencios incómodos y conversaciones
intensas.
Estas letras son la inseguridad de los sueños interrumpidos,
el miedo de las pesadillas a media tarde, el eco de las voces que se aceleran
en mi monólogo infinito. Mis ganas de
escribir obedecen a una sensación vomitiva y constante, a un abismo, una
pendiente, un desbarrancadero profundo donde me esperan los zapatos viejos, los
engaños selectivos y las traiciones que nos trajeron hasta aquí.
Esto es un asalto a mano armada, letrada, violenta. Un
insulto a la paz interior, al equilibrio constante, a la finita banalidad del
ocaso en tiempos de guerra. Esta es una confesión premeditada de un delito sin
testigos, un acertijo sin respuesta y una montaña de planes que no se
terminaron de realizar. Estos son
párrafos de batalla, kamikazes tildados y con buena puntuación. ¿De qué?, del
continuo correr de los años, del amor en los tiempos de las enfermedades
silenciosas y las obsesiones de fin de
mes.
¿Y Yo que soy? - Un
cojín de huesos hermosos cubiertos de carne sabor a whiskey almendrado y poros
calientes de amnesia continua. - ¿Y amnesia por qué? – porque se me olvida la
historia y confundo labios con capítulos y fechas; porque prefiero un mundo
curvado que un planeta torcido. - ¿yo soy la curva? – una ciega.
Esto es el silencio de lo cotidiano que dice gracias, la
confusión de la vida diciendo adiós. Esto es el idilio al baile y la
andrógina mirada sin pestañeo a dos
voces que suenan distinto, y que juntas suenan mejor.
A dos demonios que retumban distinto, a dos pares de ojos que se encuentran en las esquinas opuestas de la carta de colores. A dos manos, que saben mejor que una, que prefieren más curvas, más adrenalina, más libros, más sexo, más gritos, más sabor, más! De todo quieren más, y el silencio de lo cotidiano otorga lo infinito de miradas sordas, de pies heridos y botas sin atar. Allí, al lado de las casualidades es más sencillo bailar con un escritor, y escribir con una bailarina.
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