Recortes.

Un sueño que sin despertar abre los ojos, como un vacío que no existe y se prolonga entre las nubes. Una quemadura antigua, profunda, llena de gérmenes que se contraen con la risa y con el llanto, con la memoria y el olvido. Un montón de ideas que se suicidan una detrás de otra mientras bailan, un río de balas que no se disparan y chocan sin remedio contra los cristales.

Un sueño que no se duerme, una sensación que no descansa, una manzana que se pudre en recuerdos infantiles y una sonrisa plácida llena de felicidad finita. Sabemos que es finita, sabemos que se acaba, sabemos que se  va entre los dedos y que no importa qué tan duro se tome, ella terca se esfuma como una falaz sinfonía sin remedio. Sabemos que no dura y ya no importa, sabemos lo que es y con eso basta.

Basta con saber que se sintió una vez, el corrientazo en los labios y la quemadura en la piel. Basta con sentir el rugir del pecho que no se calla durante la noche, la voz quebrada que no se evade ni se compone.  Ojalá pueda componer lo descompuesto, que ande entre las piedras y se resbale entre algún pómulo atrevido. Ojalá se me acabe la mirada constante, la palara precisa, la sonrisa perfecta , pero no pasa nada y todo sigue.

Desvarío, desvarié, y ya no sé ni por qué las hojas caen de los árboles silvestres; estoy completo, esto feliz, pero la finitud no me deja, la finitud no se va. Se va la risa, se cae por la colina y se raspa la cara, la deforma, la entristece. Se va por el infinito Desbarrancadero la finitud de mi estupidez.

-¿Y Qué? - ¿Qué?, pues nada, la vida, la muerte,  el continuo correr de la mierda entera y los sueños rotos.
Siempre me salva el alcohol, de eso se trata, un salva vidas que con cada salvada cobra más peso, cuesta más y deja más dudas en ese grito que no llega a la garganta, que sale una vez al mes.

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