Faltonería de ideas.
No fue el miedo quién puso frente a todos las tres lágrimas
carmesí, ni las palabras tuvieron que ver con la arremetida de recuerdos
salvajes a mitad de la noche; las tristezas sin importar como, se meten por
entre los poros e inundan la piel de sensaciones repetidas y suaves, el
estómago de gusanos y los pulmones de malos ratos y humo denso de color gris.
El peso del viento cálido de una habitación cerrada durante
días silencia poco a poco los movimientos, los gestos, las ganas de todo menos
de nada, abandona las ganas de compañía y la necesidad de palabras, la poquedad
de relaciones y el sinfín arrepentimiento resacudo de las vidas gastadas que no
se vivieron bien y se fueron por entre los ruidos que quedaron atrás.
No vinieron las fuerzas al final de la partida ni salió el sol
al final del día, porque a veces se le acaban las llamas al fuego y se le secan
las lágrimas al océano, se van las ideas por entre las sábanas y se mojan tres
cervezas en dos sacos de lana; las cosas no suceden como me contaron, la vida
no pasa como imaginé, los espejos no reflejan lo que quiero ver.
Estoy tranquilo como la lluvia bogotana de medio día,
confuso como el invierno cálido y el verano helado, atrapado como cometa en
agosto sin aire ni sol. No tengo rabia, ni odio, no tengo alegría renegada,
tengo una poquedad de todo, tengo una muchosidad de nada y el gusano de seda no
me viene a ayudar.
Fumé para olvidarme de mi creyéndome idiota, negándome recordar
la faltonería y abrazándome de la ingratitud, escupiendo cenizas y pintándome
la boca de vómito alegre, de sonrisas cómplices e interés banal. –Mañana será otro día – Sí, lo será,
sea para reír o para llorar – No importa quién sea ni qué tan cercano esté, la
estupidez abunda y sabe herir, sabe quemar y golpear el alma sin tocar el
cuerpo, sabe traspasar paredes y pulmones negros, la estupidez sabe ignorar,
mentir, también sabe llorar, pero algo que no sabe, aunque el mundo sea de
mierda tendremos poesías en forma de abrazos, que no prohíben, que no se van.
A veces es tan difícil parar un segundo y mirar el cielo, sacarse
una sonrisa de esas que duelen en el
estómago como el hambre de seis días, un
suspiro que seque el alma de tanto frío, creer en algo mejor aunque no se
tengan pruebas, amar aunque cueste la vida, aunque dure un segundo y se vaya
despacio. Trasnochar la esperanza a ver si amanece deprisa, si no se comen los
huesos las noches oscuras, las palabras sobrias y la escasez de ron.
A veces cuesta escribir para no masturbar la pena, y quedan deudas
absurdas de sueño tardío, de baldíos vacíos y noches sin luna, de bodas sin
miel y muertes sin llantos; A veces cuesta matarse las ganas a punta de golpes,
de suicidios pequeños con caprichos caros, de muertes blasfemas y vidas raras,
así como cuesta colgarle a la parca,
embriagarse los martes y no mirar hacia atrás.
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