Uno más.

Hoy me preguntaron por un motivo que no recuerdo, una pregunta que, respuesta fácil no tiene, se refería al cómo y el porqué de una obsesión que no tenía cortes obsesivos. Me hablaba de un amor que no amaba lo suficiente, que amaba mucho, pero de manera distinta. Hablaba de sentimientos confundidos que no podían ser  expuestos en palabras por que sin lugar a duda se desvanecerían y perderían en el recuerdo de una conversación o una declaración directa.

Al principio no entendí de lo que hablaba, pero luego, a medida que avanzaba su relato en la mitad de la habitación donde tantos otros develaban sus oscuridades, empecé a notar un malestar mínimo que se gestaba en una cueva dentro del estómago que se expandía poco a poco y con cada palabra hacia los pulmones y el corazón. Era esa sensación visceral que debe ser ocultada todo el tiempo frente al entrevistado, para no generar ningún sentimiento distinto, ningún apego.

Me preguntaba por el principio de las fobias, que según él no tenían que ver con el miedo sino con la falta de amor a algo, me decía que tenía un miedo irracional hacía la mujer a quién le escribía cada día, pero que no podía llegar a ser fobia, porque la amaba. No la amaba con una pareja se ama o una familia lo hace, la amaba de lejos, entre líneas y sin tocarla mucho más de lo necesario, la amaba dejando de lado los celos, las ideas y las paranoias de cada relación. La amaba y nunca se lo había dicho, aunque entre todas las páginas que revisé antes de verlo, estaba más que explicito lo que quería decir.

Decía que nunca había  podido decir nada directo, porque tenía la firme certeza de que las palabras directas extinguen y chupan los sentimientos que las provocan, me mencionaba que cada vez que había dicho “Te amo” Había perdido un poco más el amor por la persona que recibía esa melodía en sus oídos, y que por eso, no podía permitirse ser concreto.

El problema radicaba en que hace un par de noches tubo la necesidad de hablarle a ese amor perdido,  decirle unas cuantas verdades desde la garganta, así que había ido y se había tendido en la mitad de su puerta a esperarla durante horas, hasta que sin previo aviso había aparecido sola en la mitad de la noche. Sorprendida, le había preguntado un montón de cosas, él había respondido solo las que pudo, sin embargo al comenzar a hablar frente a frente se había desinhibido y había tomado las riendas de su lengua por primera vez en la vida.

Le había dicho lo mucho que la detestaba, pro ser tan perfecta para cada historia que quisiese escribir, le había gritado que la amaba entre las cicatrices que tenía que cubrirse para verse normal, y que por eso mismo la odiaba de una manera tan poética y patética; que su vida se había reducido al revuelto indisoluble de cada sentimiento que sentía por ella y por el mundo, porque sí, terminó diciéndole que era ella un espejo roto del mundo que quería para vivir, y un reflejo ambiguo de cada palabra que decía y sentimiento que vomitaba por una sociedad que juraba reprochar y que no era más que el objetivo nunca logrado de besarle la boca.

Para su sorpresa, luego de terminar su frenesí impío, ella se había puesto a llorar en una escalera mencionando entre las lágrimas y los dedos que le cubrían la boca, que ella sentía lo mismo, y que tan solo su presencia la había hecho explotar. Pero las cosas no pasan como en los cuentos, y este pequeño choque con la realidad que tanto había soñado lo había enloquecido entre mares de angustia y confusión, impulsándolo a tomarla con sus brazos y abrazarla lo más fuerte que pudo durante varios minutos, hasta que por fin notó que dejó de llorar.

El la soltó pensando que se había calmado, que tendrían que hablar directamente y rezarle a lo que fuese para que no se disipara la poca magia que habían logrado reunir, pero al verla, un escalofrío lo recorrió como un corrientazo que le lleno la boca de terror, la había asfixiado de tanta emoción contenida durante tantos años, la había capturado en el segundo más sublime del suspiro de su vida, y la había guardado entre sus brazos con los trozos de magia que había logrado recoger.


Estaba feliz de haberla amado, aunque hubiese sido solo una noche, y se hubiera tenido que tomar las lágrimas el resto de los días por haberlo hecho. Era un yo disoluto en un relato ambiguo, Era solamente, otro amante más. 

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