Palabras Sueltas
Tortura, eso era verla cada día más cerca, como si pudiera
unir dos decisiones mal tomadas y unas gotas de sudor que se derraman por la
espalda. Infierno, eso era sentirla en su olor medio rancio y medio dulce, ese
olor a mujer real, a equivocaciones selectivas en el fondo de los vasos de
cristal. Cueva, era mi vida una cueva sin mayor luz que la propia, ya tan
malgastada con el tiempo que no pasó y las noches de renta. Cielo, era salir de
allí corriendo, saltando, gimiendo, demostrándole al mundo que el suicidio era
una valentía reservada para los grandes. Cobardía, en las manos, en los
párpados, en las afinidades que se derraman con calma mientras hablan del
destino.
Excusas, no tenía ni quería, no existían siquiera en sombras, en avellanas pardas que
se queman en el socavón. Palabras, me sobran, le sobran, nos desalientan de
lejos y nos unen en un siempre distinto, un nunca constante. Infierno, es la
cercanía gastada, el fuego tibio y los ojos cansados. Miradas, ya no hay, ya no
quedan, son miopes después de tantos golpes, son efímeras a la luz del sol.
Oscuridad, solo el principio y el final de la historia. Claridad, solo en sus
ojos y en la mitad de sus labios, en el centro de sus uñas y en la sonrisa que
se fue.
Perdedor solo el viento que ya no me toca, el desayuno
individual y la cama que ya no gruñe, que ya no se mueve ni se inmuta, ni
calienta, ni alimenta, ni descansa, ni asesina. Fantasías muertas, ávidas de
melancolía, cubiertas de vapor suicida. Sueños intactos, imputes, quemados por
el sol que no salió en las tardes, húmedos de lágrimas ausentes y cansados de la quietud aparente que dejó su
tempestad. Nada, eso es todo lo que queda, un final sin dignidad que nos
arranca la piel a retazos, unos besos ebrios sin valor ni crédito, una traición
impune, una cercanía ausente sin intimidad real.
Comentarios
Publicar un comentario
Habla amigo, y entra.