Una lista infinita
Intentarlo una vez más y caer;
limpiar las heridas, hacerse el
fuerte, vencer.
Aun cuando todo se torne borroso,
caminar;
aún con el dolor persistente en la
planta del pie, no parar.
No detenerse a pensarlo mucho;
ni respirar profundo al mirar al
vacío.
Pasar por alto el abrumador
silencio;
Apresurarse a huir, no detener la
marcha.
Negarse a ceder espacio,
mantenerse firme en una línea de defensa
inquebrantable;
Convencerse de una victoria
pírrica en contraposición al desastre.
Afirmar en voz alta las
intenciones que habitan repetitivas en el esfuerzo,
Silenciar las voces intrusivas que
ahogan la luz en el luto sobrepuesto.
Crecer sin medida y sin objetivo,
crecer en un continuo y colapsar.
Volar sin rumbo establecido, atravesar
las nubes y chocar.
Cavar muy hondo hasta encontrar el
centro,
Desenterrarlo todo hasta los
cimientos.
Secarse las lágrimas antes de que
caigan al suelo,
que las absorba el cuerpo de
nuevo.
Que no contamine a nadie tu
tristeza;
que no alcance el hastío su
belleza.
Recordarla, a veces.
Buscar el recuerdo en una acción
repetitiva de fracaso.
Encontrarla, moldearla, modificar
lo que dejó de ser, para que nunca sea.
Pedirle un milagro, morir.
Hacerle inmortal en un recuerdo por
el peso de la costumbre,
Morir sólo por partes, de a
pedazos y en silencio.
No hacer ruido al lamentarse, sólo
al celebrar.
Abandonar la esperanza de un final
llevadero,
Abrazar las ansias, como esclavo
pendenciero.
Hacerle invencible pero frágil,
como los dioses.
Construir una coartada, adorarle
sin remedio.
Que crezca como el cáncer y lo consuma
todo,
Y matarle luego, en defensa propia.
Intentarlo de nuevo y fallar.
Rendirse.
Aclarar la bruma o caer en ella,
Parar, pensar, mirar fijamente el
vacío.
Saltar.
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