Desmemoriados
La tormenta de mentiras
en que se convirtió el mundo es solo el insignificante resultado de una historia
que nació antes de que pudiera darme cuenta y que ahora temo, bajo la lucidez esquiva que intermitentemente me
acompaña, no me dejará hasta el día que decida dejar de respirar.
-
Sí, hablamos de decisión. Último acto de
libertad en una necia suma de responsabilidades injustificadas pero
manifiestas.
Si pudiera
situarme en un momento nítido del pasado,
para desde allí avanzar y disipar la niebla, este ejercicio de tortura
voluntaria sería innecesario. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos repetidos,
constantes y meticulosos, el aplastante fracaso me sacude una y otra vez,
profético y necio ante las nauseas que anteceden al vómito desmemoriado de mi
presente constante.
-
Es como si me despertara cada día en el último
centímetro de un camino unidireccional que tiene como destino un abismo. Se
abre ante mi como respuesta, aún cuando todo indica que he olvidado las
preguntas que me llevaron hasta allí.
La ansiedad no se
detiene, aún en los momentos de aparente calma,
no decrece ni se esclarece en una razón plausible que explique su aparición
repentina. -Algo estoy olvidando, lo sé.
- Abarca mis ideas, mis
extremidades, mis intestinos. Abraza con una terrible fuerza los pulmones y con
sus dedos convertidos en navajas se abre camino por la espina dorsal,
acariciando las heridas emocionales que reconozco como mías, pero entiendo muertas y enterradas.
-
He visitado un cementerio familiar, todos
son desconocidos, pero tienen mi apellido. Solo los epitafios parecen entender mi
angustia, ellos la sintieron también. ¿La sienten aún?
Intento caminar
por una ciudad desconocida, tengo la sensación de seguir el mismo camino a los mismos lugares cada
día. Centro mi atención en la lluvia, imparable y delicada acompañante de un
mar disgustado con la playa. Siento el infinito blanco de las nubes del
invierno, soy pequeño, no tengo un límite claro.
Intento no defenderme
del frio, provocar intencionalmente una sensación que apacigüe, al menos en
parte, el bullicio acantonado de los gritos ahogados en el pecho, que detenga
la sensación de aire acumulado en la garganta o me ayude a soportar la presión que no se define a aplastarme
los huesos y que descubro incapaz de terminar el necio trabajo que la madre
todas las culpas le encomendó. Matarme.
-
Es una carrera entre el asesinato
despiadado de la culpa y el suicidio recurrente de la cobardía.
Cumplo una
condena con tintes de pena capital, inacabada por razones que no entiendo. Me
declaro culpable de crímenes que no recuerdo para negociar las horas de sueño
necesarias para escapar, aprendo
rápido a enmascarar la presión arterial y el sudor repentino para no volver al
cuarto de castigo. – ¿Quién me castiga?, la
llave de la cárcel está en mis costillas. - No recuerdo mi nombre, pero una
vocecita en la cabeza me llama “Amor”.
El tiempo,
abstracto como las moralejas de un cuento, me sitúa en una línea de
retrospectiva permanente. Como una fragua,
moldea la memoria a punta de golpes, y cada golpe abre un espacio de silencio
en medio del ensordecedor ruido de mis sentimientos cortos, de mis emociones
largas. - ¡Qué imposibilidad más grande!
- Cada golpe, con su infinito dolor, me adormece de la ansiedad, espanta el
infierno que me sigue, se sitúa detrás de mí, con un revolver cargado, obediente
a la orden de matarme para no dejarme morir.
-
Soy lo que creo ser hoy, ayer no fui esto,
mañana no seré nada.
No sé como inició
todo esto, me mutilaron el celebro con poesía.
Sigo adelante, me mantengo fuerte, no tengo idea de lo que hago y a nadie
parece importarle estar en la misma situación.
-
Somos desmemoriados, todos.
El cotidiano
absoluto de las manecillas del reloj lleva cadenas en el alma de cada persona,
los arrastra tras de sí. Ya nadie recuerda
como inició todo esto, solo la mentira que nos sostiene, como el titán Atlas,
para que no caigamos del mundo que ya no reconocemos como nuestro.
-
Salud por los muertos, ellos que son los
únicos que ocupan el lugar de la memoria.
Comentarios
Publicar un comentario
Habla amigo, y entra.