Escarpado
Estoy al borde de un escarpado donde resuena el repetitivo cantar del infierno y yo tarareo al unísono de la voz principal. Allá atrás, hoy todo me parece inconexo y yo me encuentro lejos, muy lejos, a punto de saltar.
Me siento envenenado de luces, hastiado de pantallas,
aturdido de los ruidos infinitos que acompañan al mundo.
Me siento extranjero de todo lo humano y al mismo tiempo
demasiado humano.
Estoy al borde de un escarpado que se convierte en un marco
infinito de interpretaciones erróneas, que parece un gambito apresurado de
silencios y un espacio sin contenido ni continente.
En él, encuentro que la tristeza es una metáfora del mundo
filtrándose a través de la retina, un recordatorio inmutable de lo inconstante,
una sombra del abrazo torpe de la rutina queriendo salvarme.
Y me pregunto si el viento también se siente maltrecho de
chocar en el vacío, si suplica en las madrugadas por certezas, si quisiera
llenar con ruegos este escarpado en un intento absurdo por sostenerme.
Pero estoy hastiado de alcohol, con el hedor del incendio en
el alma y sin poder tumbarme inconsciente.
Estoy con los hilos rotos, con los tejidos rotos, con las
compañías rotas. Buscando en lo eterno la otredad, suplicándole al mundo, pero no
lo comprendo.
Estoy exhausto de las palabras que se chocan con lo inútil,
cansando de estar cansado, aletargado.
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