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Escarpado

Estoy al borde de un escarpado donde resuena el repetitivo cantar del infierno y yo tarareo al unísono de la voz principal. Allá atrás, hoy todo me parece inconexo y yo me encuentro lejos, muy lejos, a punto de saltar. Me siento envenenado de luces, hastiado de pantallas, aturdido de los ruidos infinitos que acompañan al mundo. Me siento extranjero de todo lo humano y al mismo tiempo demasiado humano. Estoy al borde de un escarpado que se convierte en un marco infinito de interpretaciones erróneas, que parece un gambito apresurado de silencios y un espacio sin contenido ni continente.   En él, encuentro que la tristeza es una metáfora del mundo filtrándose a través de la retina, un recordatorio inmutable de lo inconstante, una sombra del abrazo torpe de la rutina queriendo salvarme. Y me pregunto si el viento también se siente maltrecho de chocar en el vacío, si suplica en las madrugadas por certezas, si quisiera llenar con ruegos este escarpado en un intento absurdo por sost

Motivos.

Me sobran los motivos para mostrarte la salida, Para arrojarte en la espalda una diatriba; Y enviarte de vuelta con una merecida retahíla de fracasos. Para que no vuelvas. Pensar que puedo expulsarte es un imposible, lo sé. Pero sólo con imposibles puedo cerrar esta herida abierta, Evitar que me infecte y me arroje al suelo, Que me aplaste con el peso del mundo bajo la presión de tus pies. Eres una obsesión desmejorada que se materializa sin aviso, Que se aferra a los hilos sueltos de mi memoria magullada. Que no me suelta. Como una catedral, te conviertes en ícono vetusto y exagerado del pasado, Llenándome de solemnidad las noches, Atrapándome en un recuerdo engañoso de mediocridad. Y durante meses puedo creer que eres invisible. O que incluso has muerto al fin. Me sobran los motivos para dejarte enterrada, Para dejarte ir. Pero las obsesiones, como las tristezas, sujetan fuerte mi garganta, Se filtran como alquitrán entre los dedos; Cada tanto,

Llegar en Ocaso.

Llegar en el ocaso es llegar sin que se haga tarde, pero lejos de llegar temprano. Son las luces tenues que recuerdan una brillantez pasada, es la madera ardiendo que va dejándose ganar del humo y que calienta lo suficiente y nada más. Es llegar al cierre, sin que nada cierre aún. Es ese espacio de tiempo suficiente para entrar fugazmente en la vida de todos y hacer un saludo corto sin profundizar. Es la premonitoria muerte junto a los preparativos de huida. Es el espacio justo entre el anuncio del héroe que claudica y el silencio que precede los aplausos de la despedida. Y llego en el ocaso, cuando el frio no es intenso ni el calor molesto. Cuando todos son ya viejos conocidos y cansados; cuando se vuelven renuentes a conocer más.  Llego entre la espera de los impacientes que expectantes observan la puerta de salida, entre los confiados que se acomodan en sus sillas porque saben que saldrán al final. Llego en la entrada tímida de la muerte, cuando ésta no se asienta aún. Cuando

Ejercicios Evidentes

En una pausada cadena de explosiones, Mi voz se reinventa con la onda explosiva. Siento que se desintegran nuestras intenciones, y se revela despacio todo aquello que no está.   En el entredicho más allá de lo evidente, me susurran las partículas de los pequeños cotidianos. Y escribiendo confesiones estériles, rechazo las redenciones, las pausas y las correcciones.     Aferrado a una historia sin evidencias, el sinsentido recurrente de repente se equivoca. Y busco en un abrazo suplicante y rígido, un subjuntivo que atenúe las diferencias; O un sueño que se parezca a su boca.   Intento alcanzar las estrellas que me miran desde lejos, enganchado bajo la lluvia a los trozos tristes de su reflejo. Mojando el cielo con promesas medio rotas, volando a ras del suelo, escondiéndome del sol.   Sonrío inquieto a las nubes que parecen ser mis sueños, delimitando el espacio indiferente que me aleja. Invisible en el camino que golpea la tormenta, despreocupado del destino que me busca sin parar.  

Una lista infinita

 Intentarlo una vez más y caer; limpiar las heridas, hacerse el fuerte, vencer. Aun cuando todo se torne borroso, caminar; aún con el dolor persistente en la planta del pie, no parar.   No detenerse a pensarlo mucho; ni respirar profundo al mirar al vacío. Pasar por alto el abrumador silencio; Apresurarse a huir, no detener la marcha.   Negarse a ceder espacio, mantenerse firme en una línea de defensa inquebrantable; Convencerse de una victoria pírrica en contraposición al desastre. Afirmar en voz alta las intenciones que habitan repetitivas en el esfuerzo, Silenciar las voces intrusivas que ahogan la luz en el luto sobrepuesto.   Crecer sin medida y sin objetivo, crecer en un continuo y colapsar. Volar sin rumbo establecido, atravesar las nubes y chocar. Cavar muy hondo hasta encontrar el centro, Desenterrarlo todo hasta los cimientos.   Secarse las lágrimas antes de que caigan al suelo, que las absorba el cuerpo de nuevo.   Que no contami

Aroma (II)

  Aparece de repente, frecuentemente y sin invitación. Como si fuese una idea cansada de las vueltas propias de la rumiación, se asienta en el rincón más alejado de la cabeza con la intención de pasar desapercibido, pero fracasa miserablemente. En los mismos rincones donde reposan las filosas memorias de los malos tiempos, se desfigura indeciso entre la invasión y la coexistencia. Conoce bien los riesgos de hacerse plenamente presente y le rehuye a la aparatosa cadena de acontecimientos que se desligan de los ataques de pánico que me provoca.  Está en mi cabeza, únicamente, aunque no sé por qué.  Se mantiene sin nombre, sin una hoja de ruta concisa, negándose a tomar forma y dejarse aprisionar. Lo siento en la piel, correteando como una pulsación, engañando a los demás sentidos. A veces denso, personifica una bruma que cubre los ojos desde adentro, como un homúnculo perverso que quiere cegarme. A veces sutil, simula estar fuera, susurrando desde la habitación contigua un poema indescif

Infinito (Me Gusta II)

  Me gusta cuando se atreve, cuando sin previo aviso, me mira a los ojos y baila. Me gusta cuando, bailando, atraviesa el umbral que nos separa del infinito, abalanzándose segura hacia la nada, revolviéndose, chocando con las mesas, con las sillas y con los obstáculos inmateriales de la vida que nos junta y los traumas que nos separan.   Me captura con un estruendo los labios, me dice que lo entiende y chocando violentamente con las resoluciones fallidas, se abraza con valentía a una promesa representada por un juego infantil de miradas.  Parece invencible en su desnudez expuesta y confiada.  Acostada, cierra los ojos con las manos arriba. Aquella que fuese la señal de rendición imperecedera de los imperfectos que habitamos la tierra, es para ella un inequívoco grito de victoria que señala verdades marcadas en su piel.  Me gusta porque la encuentro imposible y me excita el recuerdo táctil que me acosa.  Me atemorizan sus besos húmedos, pero más aún, la perpetua devoción a la que conden

Monólogo o retrospectiva

 A veces me golpean de improvisto las metáforas centrales de mi vida bailando con la entropía. Como un suicida que se topa con su reflejo en un metal pulido, me sorprendo con las imágenes borrosas que fluctúan en el infinito camino a casa. Casi encallando por la fuerza del viento, que a estas horas huele similar en ambos lugares del mundo, aparece de repente en mi memoria una casa de luces amarillas y muebles robustos, de cuero café. Es una casa diferente, a varios miles de kilómetros de la casa que me espera. Allí, donde a veces todo parecía gris y al anochecer pintábamos la luna, nos imaginábamos huyendo lejos, como si las experiencias vividas supieran de distancias y se pudiera engañar tan fácilmente la memoria.   En ambas casas era de madrugada, pero me separaban ya muchos años del chico adolescente que habita esa casa y que ahora me parece ajena.   De adolescente, mis atuendos parecían retazos de vidas pasadas unidos entre hilos de doble uso. Prendas descontextualizadas y sin

Ramblas sin oxidar

Demasiado adulto para saltar por los balcones, le robo a mi juventud ideas aplazadas de tormentas que parecían infinitas. Demasiado cansado para huir del tedio, me abrazan ideas recurrentes que no tienen forma, palabras que nacen muertas, e ideas inútiles que se suicidan. Indultado de culpas que creía mías, alargo las frases buscando respuestas, rasgando recuerdos borrosos de talentos perdidos, obligándome a mirar al abismo y a seducir al vacío contraproducente de mi mortalidad. Obsesivo, reconstruyo una a una las figuras desdibujadas de mis cuentos de hadas. Descompuestos por el desuso, intento traer de nuevo al papel a todos los cuerpos invisibles de los que alguna vez me enamoré. Desesperado, disparo al espejo, pero ya no queda nadie aquí. Soy los besos de los personajes transmutados de mis fantasías. Un embustero sin audiencia, enfrentado a una reputación que, como premio de consolación, me regaló la valentía. Soy todo lo que escribí en los insoportables dolores de cabeza, aque

De lo Inútil

Camino en automático, a veces. Como quien conoce su destino sólo porque sabe las coordenadas, aún sin imaginar el paisaje que le espera. Hago malabarismos en una linea gris que a veces se torna roja y a veces invisible. Esperando caer por un lado u el otro, sin distinción, porque el esfuerzo de mantener el equilibrio me quitó la posibilidad de mirar el fondo. ¿Es un fondo rocoso, húmedo, rígido? ¿Es acaso césped verde y blando, con brisas cálidas? No lo sé.  A veces me siento ciego, viéndolo todo sin poder detallar nada, pierdo la capacidad de distinguir colores, aún sabiéndolos. Como si su profundidad se difuminara en el vacío de su significado, y me invento estrellas azules, verdes y violetas, para no olvidar. Las formas pierden su sentido interno, su conexión con el mundo que me rodea, y medio asfixiado por la falta de respuestas, distingo a lo lejos, borroso, como cada objeto cae en un hoyo negro, desintegrándose, desapareciendo sin ningún grito de auxilio, sin ninguna n