Escarpado
Estoy al borde de un escarpado donde resuena el repetitivo cantar del infierno y yo tarareo al unísono de la voz principal. Allá atrás, hoy todo me parece inconexo y yo me encuentro lejos, muy lejos, a punto de saltar. Me siento envenenado de luces, hastiado de pantallas, aturdido de los ruidos infinitos que acompañan al mundo. Me siento extranjero de todo lo humano y al mismo tiempo demasiado humano. Estoy al borde de un escarpado que se convierte en un marco infinito de interpretaciones erróneas, que parece un gambito apresurado de silencios y un espacio sin contenido ni continente. En él, encuentro que la tristeza es una metáfora del mundo filtrándose a través de la retina, un recordatorio inmutable de lo inconstante, una sombra del abrazo torpe de la rutina queriendo salvarme. Y me pregunto si el viento también se siente maltrecho de chocar en el vacío, si suplica en las madrugadas por certezas, si quisiera llenar con ruegos este escarpado en un intento absurdo por sost