Alma y Cuerpos.
El viento dice que de noche se enturbian las tristezas y se
mezclan con nostalgias robadas, como por entre las rejas el alma se sale a
pasear encabronada con la vida por no merecerse la muerte, amante de partidas
eróticas inconclusas que termina en su mente sin mucho placer, haciendo caso
omiso a la pertinente luz roja y suicidándose en un suspiro se retira por las
cortadas de la piel.
Hace mucho no sabe el cuerpo que fue del alma, si se
escondió en la botella sin etiqueta y con olor a peste, o en la mitad de un
filtro se embutió en la nicotina y se escondió de la vida para no verse así
misma enamorada, se drogó en la cueva de Platón para clavarse los párpados etéreos
y no ver nada, para tragarse las ganas en la mitad de una cita, como se van de noche las luces de un orgasmo
premeditado y con lágrimas negras se
secan las palabras de perdón; no, el alma no quiere querer y por hacerlo se fue,
abandonó un cuerpo a su suerte, lo dejó en la banca alta con las piernas bajas,
en la esquina izquierda del bar, al lado del baño conjunto donde por difunto
dejaron la vergüenza debajo de las bragas, arrugadas con el pantalón que se
asoma por la puerta que no cierra, con los gritos disimulados con música, con las
ganas de matarse follándose hasta el suelo, amando solo los gestos y fingiendo
diciendo “mi amor”.
Es que cuando el alma se niega a querer lo que quiere, el
cuerpo queda suelto de cadenas y se estrella con la gravedad tan pesada como la
vida misma, se funde con lo vulgar en lo mundano y con el alcohol barato se
estrella elegante, dejan las rodillas caer sobre si mismas cuatro mujeres por
noche, conociendo los hombros las ganas de morir, entendiendo como filosofía la
más pura forma de locura, porque se fue el alma por enamorarse, y el cuerpo no
sabiendo más se quiso morir de amor, y como cuerpo se murió follando y como amante
nunca la encontró.
Encontró cuchillas y se cortó los versos, se esquivó los
recuerdos con anfetaminas y metió en el baúl la nostalgia maldita, la abrigó
con destellos de vida y las asfixió con amor del alma, amor que se niega, amor
que no puede ser más que un suicidio colectivo de pensamientos amorfos, de
peculiares formas de realidad.
Yo le dije al verla que de mí no hablaría y que de ella lo
sabía todo, que conocía sus días de encierro, sus noches en velo y sus intentos
muertos de morirse o de matarme, mi
pasatiempo era manipular gente y ella lo sabía, lo sabía y entendía mi ferviente pasión por el teatro, mi obsesión
por no cerrar el telón y dejar la puerta abierta, por alargar las frases y
terminar la idea, por acabar quemado o quemarme con ella.
Como hay rocas que nacen frágiles, hay almas que se
acobardan, poemas en verso y quintetos armónicos para decir adiós, hay cuerpos que quieren gastarse, pieles que quemándose
encuentran su alma perdida, su razón enamorada que se mató un día y se escapó
de la vida, hay cuerpos que quieren querer y no pueden, que solo saben dañar
cartílagos y sueños, romper heridas y fragmentar el viento, soñar un beso pero
nunca besar.
Hay cuerpos que saben besar almas, besos que se pegan al viento, almas que se esconden cobardes, amores que no encuentran lamento y orgasmos que no necesitan de dos.
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