No lo hay ahí, ¡ay!.

Escríbame, le dice, escríbame algo cortíco, en diminutivo y trágico, termina como si no fuese ligado ya en si lo uno con lo otro.

Alguien debería decirle con rabia que es de mala educación pedirle a alguien que le escriba así sin más, que eso es atreverse, que eso es usar los dedos ajenos y las letras manchadas de manera egoísta, que esa es una de las tantas formas de quemar pecho y llevarse vidas, de arrancarlas entre la paradoja de pedirlo directamente por un medio indirecto, de exigirlo como derecho propio, aunque a simple vista no exista ninguno.

Si quiere algo trágico le podría decir que en la elocuencia se esconde una incoherencia imprecisa, una que se unta con elegancia para no gritar y hablar duro, le podría mencionar que estamos abatidos y que poseemos una bella capacidad de permanecer inertemente nostálgicos ante la nada, tristemente felices por el abandono de alguien, por la ausencia de tiempo en las paredes cerradas de una habitación sellada por el ruido de los pensamientos, de las memorias que atascan las puertas y llenan la cama de sábanas compartidas y personas que ya no están.

¿Quiere algo trágico? Solo debe mirarse y mirarlo haciendo lo que hacen,  queriendo que todo esté bien sin saber por qué, así la definición de “bien” sea básicamente estar vivo, porque hay días que no se puede pedir más, que se cansa la vista de andarse cayendo y el cuerpo de mirarse caído, porque hay días precisos y horas exactas para escribir, aunque se le haya olvidado hacerlo y de repente aparezca de la nada una maldita idea, una sonrisa, una lágrima y tres párrafos con dos líneas, eso, solo eso se puede decir que es trágico.

Nunca deje de escribirme, le dice, como si pudiera de alguna forma dejar de hacerlo, dejar de traicionar sus instintos y bajar de las nubes solo para darle tantas letras como pueda, tantas frases, tantos odios y rencores que tiene guardados en un cajón; Ella dice, dice que en sus letras vive un poco, que en la carga nostálgica de la poesía, los cigarrillos y el alcohol podría sentirse viva, y se electrifica el viento y se enfría el aire, se mete por entre los poros y la cabeza, se corre por las venas y estalla el corazón.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lo que Aguanta un Diciembre sin Sombras.

Luces recurrentes para gymnopédies