Ciudad




Con días tan buenos y todavía me emborracho en  años tan fríos sin tanto reproche. Recuerdo la noche volando de día, el vómito alegre con mi poesía; sus ojos manchados y mi lengua grumosa, su carne olorosa, sus rosas muertas con su saliva y la mía.

Desperté llorando como aquellos días, abrazando la almohada como si fuese su rostro, recordando a mamá en un quince de mayo, donde todo parecía venirse hasta abajo. Me acosté riendo con las piernas muertas, me dormí con mis sábanas finas y también abiertas.

Si me fui a las maravillas o a las porquerías no recuerdo muy bien, pero sé. Sé que era una ciudad impía y que las mujeres parecían arpías, que por la tarde tomaban té con vodka para en la noche café con whisky poder servir. Que los hombres parecían mujeres y más apretados tenían los cueros, que ya eran estériles por tantos apretones y afeminados por tanta erección.

Que yo no sé si era parte del show o me reprochaban no ser de ahí, que todos hablaban igual, y a ninguno le entendía si no venía con whiskey en su boca en las rocas de ayer; que me golpearon, que me morí. Que desperté llorando, con resaca; que tengo que dejar de tomar al desayuno para comer mi almuerzo. Que no se puede comer el postre si no se ha comido la carne.

Yo no sé si aburre mi antología, con tanta tontería  caminando de día, pareciendo llevar al borde la anatomía, con los calzones arriba y las tangas abajo. Caminé por el parque donde me besó, donde me contagió de Sida y amor, con cocteles de frutas rojas cada veintiocho y amarettos pasados sin tener dieciocho. 

La ciudad es así. Pasando las doce se suben las faltas y se sueltan el pelo, se visten de negro y caminan sin miedo, miran a un lado, al otro, se les va la vida en cerveza y en malos espejos. Se pintan las uñas y se arreglan los ojos, para que vean que no lloran tanto, que no las golpean ni las tratan barato. 

Los hombres a las doce ya llevan once y les faltan tres; les huele abajo a lo que huele arriba, después de ocho tragos de padrinos vencidos, el quinto les sale al revés. No saben si son, no conocen sus nombres, ni su edad, ni su estrato; conocen de egos pero no de extractos. 

Las mujeres hacen poesía y los hombres grosería; las ninfas se mojan las nalgas con whiskey barato para saber mejor, y en las madrugadas se beben los tragos los que les va peor. Que se merecen algunas la luna sombría, que piden nostalgia sin coquetería, que las saquen de un lado y las metan en otro; que a los hombres los dejen dormirse para que no molesten, que los maten aquí, que los lleven mañana a la fiscalía y que digan que murieron de amor.

Así es aquí, los poetas se mueren de miedo y los cobardes se bajan primero, los policías saben tanto que no saben nada y las prostitutas cuidan mejor las calles que los mantenidos que llevan atrás. Las noches son vacías y yo me despierto pensando¿ hacia dónde?. Que la ciudad está sucia para quién no lee, que inspira para el que aspira, que mata para el que muere, que vive para el que goza y en la televisión todo es color de rosa. 

Todas llevan faldas, son flacas y esbeltas, sonrisas de atletas y pies de maniquí. Todos son fuertes, valientes, todos se visten sobrios para morirse de alcohol. Que somos víctimas, victimarios, que yo engañe y fui engañado. Que me noquearon, que no importa, que golpee y me golpearon. Hipócritas los que se visten bonito, hipócritas los que se visten mal, que todos son del mismo hastío, que todos son el mismo mal.  

Yo me voy al campo con sus besos, aunque me sepan a tabaco y ron, porque amo la vida bohemia, porque cada noche me quiero morir en ella, y sin embargo, en la mañana, nunca más quiero volver. Me han dicho que se quieren ir, que no quieren volver más, que se drogan y no saben por qué, que se siente rico, que se siente bien. Yo lo sé, pero me voy; Volveré mañana de pronto, volveré más tarde quizá, si no me matan ni me muero, si no regreso a mi sofá, a decir que no me dejen, para que me dejen igual.

Comentarios

  1. Y de que sirven las tres bofetadas en la cara a quien la conciencia impía le arrastraba la vida entre sombras y sueños, que mas dá si caemos despiertos y al soñar nos levantamos, si el molde de la conciencia se tiñe bajo las garras del demonio que mejor la maneja...

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    1. No sirve de nada la nada hasta que los demonios aprenden a escribir. Luego de eso, es cuestión de método.

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