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Mostrando entradas de 2013

El último del Año

Hoy les vengo a hablar de las carcajadas de tristeza que me faltaron, de los ojos llorosos y sin lágrimas que vieron detrás de mis párpados y los abrazos sin contacto que le di a cada persona que nunca quise, que amé, que odié y que describí lo mejor que pude en sueños amorfos y palabras complicadas y sin sentido.  Hoy les vengo a hablar de los litros de alcohol que me faltó meterme, del daño que me hizo decir tantas cosas, dejar de decir otras y maquillar con sonrisas el agua salada que viene de unas pupilas que aprendieron a dejar de dilatarse para evitar confundirse con la emoción de la vida. Hoy vengo recordando los momentos de plenitud y sonrisas abiertas, el sol brillante que quema y la luna que agobia entre su paz infinita y la intranquilidad manifiesta de no saber hacia dónde se debe andar con ella. Hoy vengo hablando de los que insulté, de los que alagué en un océano de palabras que no tuvieron puerto y embarque, de los besos sin destinatario y los sueños perdidos...

Adiós Abuelo.

Cuando era pequeño, recuerdo vagamente las salidas al parque con él, las caídas estrepitosas de la bicicleta cuando me soltaba con impulso para que aprendiera a hacerlo solo; recuerdo su Renault blanco perfectamente cuidado y limpio, los boleros que siempre le encantaron junto con “la paloma blanca” que cantaba y me enseñaba mientras yo, pequeño, lo acompañaba a subirle el aire a una llanta o a hacer una de sus mil diligencias. Recuerdo los cuadernos ferrocarril que me compraba para que mi letra no pareciese un jeroglífico indescifrable, las mil tinturas que junto con mi hermana usábamos en un lienzo para pintar a su lado; sus trazos perfectos en las montañas y las frutas que se inventaba durante horas mientras perfeccionaba cada aspecto que no le pareciese bien hecho. Era un perfeccionista, en su peinado, en su ropa, en sus modales, en su forma de hablar, en su manera clásica de conducir, de limpiar, de querer. Era duro cuando tenía que serlo, aunque a mí siempre me trató con tod...

El Barrio Viejo

Me encuentro aquí sentado, en una silla descocida y tambaleante cubierta de óxido y pesos muertos, recubierta de cuero manchado y esponja barata y gris medio mordisqueada.  Al fondo baila una mujer desnuda y con sida, con hijos, con esposos y novios por cada calle de aquí hasta el peaje más cercano; sumados llegan  a casi treinta y de esos treinta la mitad ya besó, ya folló, y ya transmitió el pedacito de muerte que le correspondía a quién no tuvo oportunidad de preguntar por la limpieza de la sangre segundos antes de contagiarse. La otra mitad sin duda alguna lo hará también, si no es que ya lo hizo cortándose un dedo y acercándose a quién sea para quitarle un teléfono o una billetera con tres billetes arrugados y un cigarrillo sin amarrar. Todo sucede aquí. La cerveza no está fría, pero la tibieza le impregna un sabor aceitoso que se queda en los labios y en la lengua vaticinando la prometida venida de sangre o vómito según quiera la noche, ya sea en la acera donde ya a...

Lo que Aguanta un Diciembre sin Sombras.

Esta noche me aguantaría una tía redonda, una escuela sin clavos y una torre sin faros, me llevaría en las manos la lluvia helada y la luna triste, un calentador antiguo y un casete de alpiste, podría  poder cuidar que no se moje su mano ni se enfríen sus piernas, querría quererla una noche sin querer perderlas. Esta noche tomaría pastillas para dormir y me mantendría despierto, y ni el mismo Prozac me pondría contento. Abrazaría la nostalgia de cuidar un fantasma con su rostro, aunque su figura se prendiera en una masturbación sin ganas y una botella sin corcho. Le presentaría a mi amigo invisible mientras le tomo fotos a una camarera hambrienta; abriéndole espacio en las narinas para una noche de polvo, como si fuera yo Peter Pan y usted  una bella princesa, aunque no fuésemos más que un vagabundo méndigo y una invisible tristeza. Me engañaría escribiendo sobre política y lamería tres centímetros arriba de su cremallera abierta, imaginando que estoy húmedo por bañ...

Uno más.

Hoy me preguntaron por un motivo que no recuerdo, una pregunta que, respuesta fácil no tiene, se refería al cómo y el porqué de una obsesión que no tenía cortes obsesivos. Me hablaba de un amor que no amaba lo suficiente, que amaba mucho, pero de manera distinta. Hablaba de sentimientos confundidos que no podían ser  expuestos en palabras por que sin lugar a duda se desvanecerían y perderían en el recuerdo de una conversación o una declaración directa. Al principio no entendí de lo que hablaba, pero luego, a medida que avanzaba su relato en la mitad de la habitación donde tantos otros develaban sus oscuridades, empecé a notar un malestar mínimo que se gestaba en una cueva dentro del estómago que se expandía poco a poco y con cada palabra hacia los pulmones y el corazón. Era esa sensación visceral que debe ser ocultada todo el tiempo frente al entrevistado, para no generar ningún sentimiento distinto, ningún apego. Me preguntaba por el principio de las fobias, que según él ...

El Abstemio Despecho

Me duelen los ojos, los tengo hinchados, los tengo resecos y rojos. Estoy despeinado, con el cabello revuelto y los labios partidos, encima solo llevo una camisa gris manchada con salsa tártara y cerveza, un pantalón completamente roto que no llevo así porque esté a la moda, sino porque me caí tantas veces que arreglarlo era casi un desatino. Me duele la espalda de estar acostado, me duele la cabeza de no dormir y el alma de pensar en ella. Llevo detrás un barranco de sábanas sucias y un tumulto andrajoso de papeles entachonados con garabatos y poesías. Llevo adelante un montón de sueño que no recogí en las noches y la brisa de cada mañana que no me levanté. No sé por qué, pero hace meses me dejo crecer el pelo y la barba, me dejo hilar los pensamientos por las trenzas de su cabello roto y su vagina sin depilar. Soy abstemio en varios temas, no tomo ni fumo los días que empiezan con Z o que tienen el verde en las nubes o el azul en el sol; no camino en las noches donde hace ...

Un Restaurante

Era un restaurante, uno fino y lleno de brillantes cubiertos y felices platos; un restaurante en el norte, porque solo allá en esa cuarta parte miniatura de la ciudad se ve la belleza, la limpieza y el toque europeo que las abuelas modelos con sus plaquetas de aluminio le dan a los sitios de moda. Por dentro está ambientado con un Chopin rebajado con champaña en su peor sinfonía,  que aunque fabulesca para el que conoce su obra, se torna exquisita para todo el que llega encorbatado o entaconado a ponerse en las rodillas sin saber por qué, un mantel miniatura más limpio que cualquier pétalo o clavel.  Por fuera, está lleno de flores sintéticas, bellas y estáticas para no tener que ser cuidadas por nadie, para mí, que camino de lado y ando torcido solo significa – y esto se me ocurrió al pasar por allí- una increíble y anacrónica forma de demostrar solo una cuestión específica. Las flores sintéticas en la entrada del restaurante bonito no son más que el cuadro burlesco de l...

Mentiroso

La lluvia no caía así estuviese empapada, Y el frío le pasaba lejos del temblor de sus labios de miel. No sentía nada detrás de sus lágrimas crispadas No veía más allá de su nariz de papel. En el día dormía y en la noche cantaba detrás del espejo Sus pies se sentían livianos y flotaban perplejos A duras penas se bañaba y sin embargo era preciosa, Sus manos tocaban la vida y esculpían su cara pecosa. No hablaba mucho de sí aunque hablase todo el tiempo de ella, Se quejaba de todo y poco le importaba nada, Era la mentira su mochila más gastada, la que más quería; La que más odiaba y la que más usaba. Con la mentira le habían amado tres veces seguidas sus cuatro mismos novios Y se había quedado más tiempo en el hotel de alquiler. La mentira le masturbaba los días y las noches, Apretando las piernas y soltando los pies. La niña mentirosa era una mujer muy sincera  Esbelta, enana, gigante, grotesca y hermosa, Con sonrisa podrida y blanca ...

El adiós de un muerto.

Mira de nuevo, nos enfriamos otra vez. Nos acabamos el uno en el otro sin siquiera tocarnos, nos volvimos reprimidos en la exaltación de nuestros errores inútiles. Mira, se nos fueron las ganas de irnos detrás del otro, de largarse cada uno hacia otro lugar, acabamos con los pasos que nos unían, y escribimos más sílabas para el otro sin mirar. Mira, de nuevo queremos ver como se cae el cielo en el fondo del humo gris de un cigarrillo, de nuevo poetizamos lo banal y lo profano, y lo escupimos como si no quisiéramos un cuento que tuviese un final feliz. Mira que nunca nos dijimos adiós y nos saludamos muy poco, mira lo incómodo que fue el antes y el después y lo maravilloso que llegó a ser el instante único en que nos encontramos sin nadie más. Casi nunca nos rozamos y tocarnos no fue la mejor forma de intimar; nos fundimos, sí, pero en palabras obtusas de libros viejos, en chistes sin gracia e historias nostálgicas de cosas que nunca pasaron y ni pasarán. Que extraño, tan lejos ...

¿Había una vez?

Aquí no hubo un había una vez, se lo tumbaron a punta de bala, de salsa y de rock; se lo llevaron entre los callejones oscuros de grafitis manchados y las pancartas mal puestas del apartamento 3 x 2 con charquito incluido. Aquí se pirateó el final de la película y se les pasó por falta de fondos ponerle subtítulos a tanta tragedia diaria y atraco de andén; aquí también, como en tantos sitios nos llenaron de reinados, de bailes, de conciertos, nos dieron fútbol hasta las pelotas y nos culturizaron con los próceres inmortales que no cagaban ni tenían fe. Aquí, a unas cuantas cuadras pusieron esculturas de la diosa del agua, levantaron banderas y esculpieron mujeres desnudas para demostrar cultura junto a un barrio con  el apellido de un presidente muerto, un poquito más allá re-modelaron las casas y des-emparedaron los cuerpos de cada muro antiguo, alejaron los fantasmas con cumbias ajenas y sellaron los tubos de escape y los huecos de las tres cuadras turísticas que le recuerda...

Las sobras.

A este hombre le acabaron las mañanas pausadas Los cafés demorados y las duchas calientes; Se le fue de repente el papeleo del viaje Lo dejó el bus con destino a muy lejos, Y no le importó más que tres tejos, Quedarse muy cerca de la lejanía de ayer. Se le fue el avión, junto con el madrugón aventurado Se le fue como se había ido antes su primo y su hermano Lo dejaron hasta las deudas desnudo en la cama Tocándose las penas, amándose las canas. La  mujer que no había tenido se había muerto de melancolía Y los hijos que no parió  lo dejaron con una pensión de apatía Le quedaban los libros de historias que no recordaba, Las enfermedades grumosas, y las ganas de nada. Se acompañaba entonces de un whiskey en las piedras Pues las rocas le salían muy caras y no tenía ni cómo ni cuando No tenía las botas puestas ni las aves cantando; No le ladraban los perros ni le huían los gatos Se había quedado en el mundo pero el mundo lo había dejado...

Un salto.

Lo primero que notas es un color grisoso en el reflejo del espejo de baño al levantarte, se monta entre tu rostro y la superficie fría que lo refleja, como si fuese mugre incipiente que habla muy despacio. Sin embargo por ser la primera imagen del día no le prestas mayor a tención y te desnudas esperando que el agua, como siempre, calme cualquier demonio que no se quiso acostar a dormir en la madrugada.  Apestas a alcohol. Te metes a la ducha, está fría, aún húmeda por la última persona que la usó, con ese aire a encierro de baldosas con luces amarillas; sientes el agua venir por la tubería mientras giras la llave despacio, teniendo miedo del choque directo te alejas un poco y tocas con las manos los escupitajos primeros del grifo, esperas a que se caliente y te calmas, ya no eres deforme, ya no tienes miedo, ya te lavaste, ya te olvidaste de ti. Llegan las tardes, tan críticas y calmadas, hacen olvidar las mañanas que ahora duran el doble y las noches que ensordecen la luna...

Sordera.

Quiero metamorfosearme, condicionarme, acumularme en un montón de diminutas partes que signifiquen más que un todo, quiero por otro lado ser cada una de las cosas que pienso y hago, sin divisiones, sin comprensiones obtusas, solo ángulos curvos que me ayuden a tomar impulso; Veo muchas montañas lejanas, llenas de piedras filudas y nieve caliente, arboles grises y verdes que bailan con el viento y saludan al cielo pasivo sin esperar nada. Veo el cemento carrasposo y los charcos andrajosos junto a los edificios tumbados sobre la calle con ventanas rotas y sucias, veo gente, mucha gente de un color y otro, de trajes armados a la medida y abrigos de piel marchita revuelta en crema bronceadora y exfoliante que grita desesperante que le dejen disparar. Veo zapatos gastados, piernas cansadas, senos caídos y círculos perfectos en los ojos de la muerte vestida de autos embriagados de alcohol. También puedo ver inseguridades escondidas, fortalezas inútiles y debilidades exactas que nunca qu...

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De nuevo esa incapacidad inconstante, absurda, demente; de nuevo me pierdo en la mitad de una selva inventada y me dejó roer los huesos por animales que no existen; siento de mis dedos saliendo gusanos, de mi barba naciendo mil insectos y de mi cerebro saltar renacuajos miniatura con sabor a moho endulzado. En mis pies veo tres serpientes y en mi pelo dos moscas a punto de estallar. Las avispas no dejan de mirarme. Salí a la calle hace poco, esperando con el aire puro de un día de lluvia tranquilizar mis diminutos animales internos, mis mil mareas de muerte y la imaginación desembocada por el silencio de los pensamientos. Sin embargo la gente se movía frenéticamente, hablaban idiomas raros, gesticulaban con los labios partidos y se vomitaban sobre sus lenguas largas y esquivas. Sus ojos  iban de un lado otro sin parar saliéndose de su eje pero permaneciendo inmóviles observándome, a algunas, el pelo les estrangulaba por el cuello mientras que a otras se les metía por la garganta...

La Exclusión y El Progreso: Una Crítica Histórica.

La ciencia, una forma de progreso, desarrollo y exclusión; un histórico tan manchado en cada cultura donde se permea que ha hecho, a lo largo del tiempo los más grandes favores y propiciado las más grandes desgracias a la humanidad. El afán humano por la perfección y el control absoluto de todas las cosas, han logrado un frenetismo audaz y persuasivo en nuestras vidas, nuestro pensamiento y lamentablemente, en nuestras acciones; Este ensayo, va encaminado a dar un punto de vista personal sobre la forma en la cual la medición psicológica ha generado un impacto importante tanto positiva, como negativamente en la historia, basándose en los antecedentes de exclusión sistemática practicados desde sus inicios, que aunque necesarios, fueron muchas veces la base de importantes delitos, intelectuales y terrenales, entre ellos, los causados directa o indirectamente por Francis Galton y la eugenesia, el dañino estereotipo de normalidad  y la obsesión desmedida por limpiar nuestra sangre ...

Burbujas

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Camina delicada, casi flotando, se va detrás de su mirada y se pierde por las calles envueltas en papel, se hunde despacio cual cigarro erguido, se funde veloz, como si quisiese acabarse en una inyección mal puesta que deja aire en las venas, que deja una burbuja tan pequeña como su voz, que corre como corren sus piernas, delgadas y transparentes; una burbuja llena de melancolía barata y odios resentidos si usar, una burbuja envuelta en tumores del alma, en venenos del cuerpo, en caricias de otros, en aire sucio. Una burbuja que camina abriéndose paso por entre la sangre, una que hincha la piel desde adentro, que se engulle el recuerdo y lo vomita en forma de saliva tibia, tan tibia e inconsistente como sus lágrimas, sus depresiones, sus lamentos y sus sonrisas; una burbuja asesina, una que llega al corazón. Hizo una analogía de sus amores con la heroína, pero el amor no es tan perfecto; comparó tres botellas con tres amantes, y a los tres los embriagó, y quiso por último deci...

Cortadas.

Se levantó y miró los vidrios, era su reflejo roto y fragmentado, eran sus trozos de vida regados por el tapete sucio que nunca quiso limpiar, eran las cortadas en sus brazos endebles y las lágrimas endurecidas de los amores que nunca lloró. Estaba herida, débil, maltratada, estaba llena de ira, estaba llena de moretones de experiencia y violaciones intelectuales que le dejaban la cabeza abierta de par en par; estaba ida, ida de la puta, de la resaca, del mujeriego, estaba vendida a su suerte, a la ciudad, a las calles tan impregnadas de miedo como su piel y tan duras como su carne. No durmió durante días, no comió, no salió de sí misma pues creía que no había afuera nada que quisiera ver, estaba tan decepcionada de todo allá afuera que prefirió encerrarse en sus versos y en cada libro que encontró en una biblioteca personal llena de palabras robadas y perfumes distintos. Tomó tanta cerveza con vodka como pudo y encendió tantos cigarrillos que si hubiese abierto la ventana, las ...

Cuerpos Desnudos

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¿Cuantos ecos soporta un cuerpo desnudo? ¿Cuantos golpes, cuantas lágrimas, cuantos poemas, cuánto amor? ¿Soporta las miradas lejanas?  ¿Los abrazos nocturnos, helados, llenos de melancolía? ¿Los recuerdos forzados, las frases olvidadas de cajón? ¿Cuánto soporta un cuerpo desnudo? ¿Un suspiro? ¿Una madrugada? ¿Una canción? El cuerpo desnudo recibe tenores insípidos, le cantan de lejos sin mirarlo bien, se alejan con notas vacías, con aves marías y flores nocturnas, recibe primaveras, veranos, inviernos, recibe todo, se queda sin nada, se le resbala la vida, se le restriega la muerte, se siente inseguro, siempre, el cuerpo desnudo. Se mueve despacio, tiembla en los cambios, siente la temperatura como suya y cambia los poros de cerrados a abiertos con un roce de pupilas, con una caricia atrevida, con un golpe seco y unos cuantos tragos de ron. Debiésemos vivir desnudos, los cuerpos, de aquí a allá sin ropaje, sin calma, sin vergüenza; debiésemos movernos tranquilos los cuerpo...

El Hospital

Su problema no era no saber olvidar, el suyo era poder hacerlo solo cuando las nubes escupían tristezas y las lunas cantaban detrás de su oreja; su problema no era poder recordarlo todo, era poder hacerlo solo cuando de lejos veía sus ojos y se le metían por entre los poros un montón de agujas de hierro, cada una con una palabra, cada una con un “te quiero”. De agujas sabía bastante, tres meses antes al lado de una mesa gastada, ella había tomado una, la había puesto en su lengua y se la había tragado sin más, sí, así era ella, quería matarse los jueves en la noche porque no soportaba los fines de semana, decía que la gente no valía, y que no quería vivir ahí, así que todos los jueves inventaba algo nuevo para pasar los viernes en el hospital; le encantaban las agujas, pensaba que eran la definición completa de perfección, pequeñas, fuertes, brillantes y con un agujero para el amor, podían colgarse de cualquier cosa, hacer daño y arreglar la vida, decía que podían calentarse y per...

Faltonería de ideas.

No fue el miedo quién puso frente a todos las tres lágrimas carmesí, ni las palabras tuvieron que ver con la arremetida de recuerdos salvajes a mitad de la noche; las tristezas sin importar como, se meten por entre los poros e inundan la piel de sensaciones repetidas y suaves, el estómago de gusanos y los pulmones de malos ratos y humo denso de color gris. El peso del viento cálido de una habitación cerrada durante días silencia poco a poco los movimientos, los gestos, las ganas de todo menos de nada, abandona las ganas de compañía y la necesidad de palabras, la poquedad de relaciones y el sinfín arrepentimiento resacudo de las vidas gastadas que no se vivieron bien y se fueron por entre los ruidos que quedaron atrás. No vinieron las fuerzas al final de la partida ni salió el sol al final del día, porque a veces se le acaban las llamas al fuego y se le secan las lágrimas al océano, se van las ideas por entre las sábanas y se mojan tres cervezas en dos sacos de lana; las cosas ...

Alma y Cuerpos.

El viento dice que de noche se enturbian las tristezas y se mezclan con nostalgias robadas, como por entre las rejas el alma se sale a pasear encabronada con la vida por no merecerse la muerte, amante de partidas eróticas inconclusas que termina en su mente sin mucho placer, haciendo caso omiso a la pertinente luz roja y suicidándose en un suspiro se retira por las cortadas de la piel. Hace mucho no sabe el cuerpo que fue del alma, si se escondió en la botella sin etiqueta y con olor a peste, o en la mitad de un filtro se embutió en la nicotina y se escondió de la vida para no verse así misma enamorada, se drogó en la cueva de Platón para clavarse los párpados etéreos y no ver nada, para tragarse las ganas en la mitad de una cita,  como se van de noche las luces de un orgasmo premeditado y con lágrimas negras  se secan las palabras de perdón; no, el alma no quiere querer y por hacerlo se fue, abandonó un cuerpo a su suerte, lo dejó en la banca alta con las piernas bajas, ...

No lo hay ahí, ¡ay!.

Escríbame, le dice, escríbame algo cortíco, en diminutivo y trágico, termina como si no fuese ligado ya en si lo uno con lo otro. Alguien debería decirle con rabia que es de mala educación pedirle a alguien que le escriba así sin más, que eso es atreverse, que eso es usar los dedos ajenos y las letras manchadas de manera egoísta, que esa es una de las tantas formas de quemar pecho y llevarse vidas, de arrancarlas entre la paradoja de pedirlo directamente por un medio indirecto, de exigirlo como derecho propio, aunque a simple vista no exista ninguno. Si quiere algo trágico le podría decir que en la elocuencia se esconde una incoherencia imprecisa, una que se unta con elegancia para no gritar y hablar duro, le podría mencionar que estamos abatidos y que poseemos una bella capacidad de permanecer inertemente nostálgicos ante la nada, tristemente felices por el abandono de alguien, por la ausencia de tiempo en las paredes cerradas de una habitación sellada por el ruido de los pen...