Diálogo Interno.
La noche ya se adentraba a su cumbre más oscura, el frio
tropezaba torpemente con los charcos de agua sucia pisados levemente por mis
botas y las calles estaban desoladas, parecían no albergar un alma en sus brazos de hierro y piedra tallada; caminaba
despacio y sin afanes, no tenía un lugar concreto ni un objetivo fijado para la
luna que me acompañaba; acostumbraba salir en la madrugada a caminar, siempre
pensé que era el momento propicio para acompañarse a uno mismo mientras por fin
logra soportarse unas pocas horas antes de que el día empiece a estropearlo
todo con sus agitadas carreras y sus sin fin de respiros ahogados en cada
centímetro de acera que cubre esta ciudad, pero esta noche no respiraba bien, y
el cigarrillo parecía molesto con mi boca por no querer hablarle de lo
intransigente de mi situación.
Es una belleza distinta y vulgarmente igual a las demás, es
una locura escondida y un pensamiento fugaz ,es la cima de un tejado, es la
miel en los labios tan pegachenta y fría que atrae mil insectos, es lo ácido de
la tristeza tan adictiva como la heroína, es la melancolía trágica de una
sonrisa a medio despertar entre un mar de sangre y un rio de paz; es una
enfermedad terminal, es una vida inmortal, lo es todo y no es nada, es un
objeto, es un ser, es un deforme monstruo tan perfecto como afrodita, es una
serpiente venenosa de piel tersa y magullada de vista profunda y acabada.
El callejón infinito ya casi acaba y aun no logro describir
la noche en sus ojos de piel amarilla y blanca, con rocas de colores dispersos,
como un arcoíris sin orden que refleja aguas negras en un estanque de patos
ausentes. Quisiera un abrazo, si, un abrazo, y no me mires así tu, reflejo de
sombras, pues tú no puedes dármelo, y mi piel se convierte en cenizas y mis
palabras en aliento frio, mis letras se
secan como los arboles que mueren de sed y mis brazos ya no necesitan mayor
fuerza, solo un abrazo, tal vez un beso, pero uno que pueda sentir, no más de
esos de mascaras largas y viles, de esos ya he tenido suficiente, de esos ya estoy cansado y quiero descansar, descansar en
pequeños trozos de saliva ardiente, empaparme de un silencio patético de dos
miradas perdidas en el firmamento, quiero compañía, quiero abrazar a la soledad
en compañía y gritar en mi esquizofrenia confundido mientras cambio de humor
por haber compartido un trozo de mi problemática persona sin estar perdido.
Quiero encontrarme por un instante, quiero un abrazo que
dure un segundo, un segundo que sea infinito, y que el infinito se inmole en
sacrificio, un sacrificio que me devuelva la vida, me devuelva el respirar por
un instante, mas allá de las estrellas y sus rumbos celestes y escasos, un
abrazo que opaque los ocasos, que me reconforte y me pregunte como estoy, que
no pretenda entender, que no pretenda nada, solo estar sin estar, sin ser, sin
dejar de serlo, un mas allá cercano a los dedos del horizonte, al sol de
la noche que acompaña mis derroches.
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