La Curación
Era sangre en las
paredes lo que aparecía en mis sueños repetidas veces, sueños que como
recuerdos se incrustan como vidrios rotos en una memoria fragmentada que acaba
siendo no más que el puente entre sus locuras y mis verdades, Verdades tan
dementes como la locura de sus verdades; Aún estaba oscuro, el frio de las
barras a unos cuantos metros de mí me recordaba mis huesos rotos y sin sanar,
el completo silencio del lugar hacia eco a los gritos ahogados que traspasaban
las gruesas paredes de alguna forma inherente a los errores de ventilación de
los conductos de aire. No era la primera vez que el aire traía desgracia en sus
moléculas diminutas e imperceptibles, algunas noches, se escuchaban carcajadas
desgarradoras que mantenían despierto hasta al más temerario guardia y acunaban
al sádico de la habitación 204; también, por razones sin prestigio, pasada
media noche, pesadas bolsas eran sacadas por el corredor por dos hombres con
batas oscuras, yo no dormía bien desde hacía varios años, así que notaba cada
paso del personal médico del lugar.
Las noches aquí se
hacen divertidas, en ocasiones últimamente repetidas, una de las habitaciones
es abierta y entre gritos que se acallan al pasar de los segundos, sacan a su
reducido residente al cuarto de color estrella y rojo del cual son pocos los
que salen; Durante las dos últimas semanas, el patrón de selección es cada vez
más obvio, la visita aleatoria se convirtió en la búsqueda de un algo, cada
termino oscuro del día espero que vengan por mí, pero el turno aún no ha
llegado, no sé qué pueda pasar allí dentro, pero la esperanza fue asesinada a
punta de pastillas e inyecciones, y mis fuerzas terminan atadas en el vacío de
mis costillas por un saco blanco que no deja mover mi cuerpo más allá de sí
mismo; curioso es que me sienta peor ahora que antes, y que las voces no se
acallen cuando mi lengua se duerme por culpa de las medicinas, pueden los ojos
estar cerrados y los oídos presionados por la altura, pero estos no se acallan,
y encierran mis movimientos en mi propio cuerpo, intentando sanarme de alguna
forma, pero estos sabios no comprenden, y mi vida terminará sin que ellos
logren comprender.
Sí de merecer se
trata, estar aquí es mi gran castigo, mis manos manchadas no podrían
arrepentirse nunca de desmembrar los delitos
de los hombres y salvar a quien creía bondad tenía en su interior, la cuenta
del juez suma 237, 146 ladrones y 23
violadores, 45 asesinos y 23 sacerdotes; yo por mi parte los multiplico por
cada vida que salvé y cada pecho que abrí procurando mantener vivo al ser ante
mis ojos.
Son 237 y mi
habitación la 226, faltan 11 días para mí turno y escribir es lo único que
pido, el doctor menciona que no puede darme un lápiz o un esfero, que si quiera
la hoja puede ser peligrosa, intento explicarle que nadie ahí será lastimado,
intenta decirme que no soy yo quien habla. Ahí despierto de nuevo, mi último
recuerdo es un grito de dolor, pienso primero que fui yo, pero luego aparece el
doctor con una gran curación en la mejilla izquierda, tal parece que tengo una
especie de bozal en el rostro, perdí la cuenta de los días y es la hora, el cuarto es bello, estable, me
abrieron, arriba. Ya no siento. Ya no soy.
Comentarios
Publicar un comentario
Habla amigo, y entra.