Espía




Los cadáveres andantes de una ciudad olvidada y perdida, un teléfono sin tono y un número sin marcar.
 La calle parece un gigantesco burdel hecho de periódicos sin noticias y basura perfectamente puesta en el lugar en el que debería estar; las puertas, siempre abiertas, demostrando la comedia desmedida del cielo que se cierra ante los ojos desesperados de aquellos sin esperanza ni fe. La desgracia toma unas cuantas cartas y las tira sonriendo en el rostro perdido y las lagrimas color carmesí oscuro que pueblan densamente los estridentes lugares de discordia moral donde las noches se tornan en luces rojas y verdes; la justicia se acuesta mórbida con la mentira mientras sus sabanas corruptas se manchan de mierda y música clásica en cada esquina y curva estrellada.

Para mí, como afortunado iletrado lector que mal escribe en madrugada sus ojos son estrellas y la ciudad es un mal chiste que se desvanece al estrechar su mano, sin embargo, para algunos otros tristemente las nubes grises han tapado la vista de las estrellas muertas y caminan delirando sin rumbo, algunos se arreglan demasiado demostrando en su limpieza su desorden interior, en sus caros perfumes abarrotados de éxito eficazmente comprometido y sus relojes brillantes, esos mismos que hacen un juego casi macabro con vestidos o trajes que pasada la media noche no representan más que una carcajada de quien observa. Es aquí donde la burla se vuelve filosófica y nos enseña que aquello que distingue a estas personas y las hace admirables a la luz del sol, las desvanece como desvanece la sinfonía sexta del cuarto y veinteavo alago al sordo que supo escribir mejor música que cualquier mortal sobre la tierra; Por otro lado están aquellos que aceptan su insaciable necesidad de nada, pero estos no ocupan ni tiene cabida hoy en las letras, igual que los anteriores ,son solo una excusa para el párrafo y parafrasear sobre estos solo es un constante malestar que eleva un ser social que no puedo dejar de escuchar, uno que se identifica más con las trágicas y cómicas formas de maldad pura que empuja a cada ser humano a sentirse malvado y a pensar morbosamente en llevar a cabo sus mismas acciones y mencionar sus mismas palabras, pues a fin de cuentas, su término heroico y supremacía intelectual es fácilmente controversial para un samaritano tan convencido de la bondad como de la pobre honestidad que le precede.

El payaso hace reír constantemente al pueblerio al cual pertenece y se convierte en victima irrefutable de una sonrisa que tuvo que pintar, pues la vida  parece no darle lo suficiente para que sea natural, así mismo como el bufón que se suicida al terminar su acto para escuchar sonrisas en la eternidad.
Para mí, su imperecedera belleza si es pretexto para sonreír constantemente, aunque mi rostro no concuerde en ocasiones,  el demonio si sonríe pues tranquilo está en su habitación situada entre el lóbulo frontal y el infinito occipital terminado en la luna enterrada en ranuras curvas y convexas; su sonrisa no parece salir de mí retina y esos clichés se incrustaron tanto en mí pecho como una bala de un gran calibre que ahora bombea magia en vez de sangre; no digo que sea del corazón de donde viene esto, es un absurdo si quiera pensarlo, es del encéfalo Universal de mí cuerpo perdido de donde proviene, pero eso no quita ni pone nada en estas letras,  pero hablando del corazón, hace que bombee una sangre de tonalidad distinta cuando está a mí lado, cuando pienso en ella o cual espía sigilosa entra y sale de cada compartimiento de mí ser…

La sociedad parece haber perdido su cauce, aunque no creo que sea un rio la mejor analogía, pero en las madrugadas pienso que cada quien, con letras incrustadas encontraría más amable el asfalto sucio con una razón para ensuciarse en él.
Así se enamora la desdicha en la ciudad.

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