Hilo


A veces cuando me levanto en medio de la noche con un dolor de cabeza terrible y sucio, me pregunto por el viento que helado camina descarado  por entre las cuerdas de una rota guitarra que yo nunca toqué; me pregunto por la pasta dura del mango de  navaja que guardé por ahí, que deje para fechas especiales; me pregunto por aquel idiota que me golpeó, por otro al que golpeé, por la chaqueta rota del jean viejo, por las botas desgastadas con tacón de cobre y los cordones de puntas finas en de azafrán.

A veces cuando no me levanto por el peso de los pasos que no di, le pregunto al viejo tipo de sombrero azul, de donde viene la estrella que titila en el sureste, le digo como si hablara conmigo, que se acueste y se ponga a escribir, que la luz del día solo sirve si es muy de mañana, y que el resto de letras por ideas expresas solo de noche se pueden escribir; el responde, con voz terca, con voz suave y muy sutil, con la voz de vos, que las comas no se ponen para limitar, que las comas son como filos de montaña que deslizan las palabras, que detienen solo un poco y suficiente una idea que se va, dice que los puntos son los que se borran y que cuando suspensivos se aclaran al compás.

Alguna vez yo no sé ni cómo ni por qué, mi padre duerme en la tarde y mi madre despierta de noche, a veces se levanta uno detrás del otro, a veces no.

Nunca me pregunto que leí ayer, nunca recuerdo la página del libro, la historia muy poco y el autor se calló, nunca he dejado de leer más de algunos días, nunca he dejado de soñar cualquier cosa, una rosa en el insomnio, una caricia sin su piel; En la mañana me gusta el tabaco y en la noche también, en las primeras con calma en las segundas con sed.
Siempre reviso en mi lista de muertos, cuantos huertos he dejado de quemar; siempre le aviso al de sombrero azul que detrás del jazz se encuentra el blues, que la guitarra no es lo mío y que sonrío con el piano como un perro con su amo; yo no sé de planes más allá de la estrategia de tirar de lo lejos muy en lo alto un pedazo de mi alma, no sé más que dejarla ir, no sé más de añoranza que de celos, ni de números más que de virtud.

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