Relatos de un Indigente IV
Entre calles desconocidas el sol me arrastraba de sombra en
sombra, quería despertar del coma inducido al cual había llegado, todo parecía
tan irreal como prismático y en medio de las grietas de la ciudad; las memorias
gritaban de placer al ver morir otro débil trozo de carne absorto del amor y el
odio sin gritos ni poemas, todos decían sin saberlo, la oda trágica del antaño
venidero en prosas pútridas y sin motivo, unas de ellas rodeaban las paredes
con grafiti, frases prostituidas de héroes populares no más valiosos que el pan
que le tiran a un perro invalido y que recojo rápidamente para meterlo en mi
boca y salir corriendo; Sí, acabo de robar un trozo de pan a un animal
invalido, como hace unos días robe a un muerto sus cadenas y a la luna sus
placeres entre el frio inevitable del asfalto. Aquí no hay ley, aquí no hay
nadie.
Con el tiempo los pasos descalzos hacen perder el pudor y la
ética que se le enseña a los grandes en salones donde no hay hambre ni
tristeza, donde el mal llamado maestro sonríe pulcro y vil a sus estudiantes,
mientras contiene una erección al ver el poder que sustentan sus palabras
pobres y sin sentido del eco universal;
Cae la tarde y con ella la lluvia después de cuatro días de sequía en
una ciudad fría, levanto la cabeza para que en mi rostro caigan gotas
miserables de sudor y orina celestiales, deseando fuertemente que fuese whiskey
o vodka. Soy alcohólico cuando hay dinero.
Con el deseo de alcohol mi cerebro empieza a gritar y a
moverse violentamente, vienen de nuevo recuerdos que no logro entender, las
imágenes se funden con la realidad del día que ahuyenta la luz, tomo mi cabeza
con fuerza, esperando que no salga rodando por entre los callejones, pero un
agudo dolor me toma por sorpresa en la parte inferior del cráneo y caigo
tendido en el suelo húmedo viendo como se borra el ruido de los autos y las
voces ahogadas, mi cuerpo se mueve a
voluntad propia, convulsiono sin remedio mientras todo se torna oscuro y
silencioso… todo comienza de nuevo.
6 Años antes:
Al despertar de nuevo
ya tenía un poco mas de conciencia, recordaba el césped, mi boca se abrió como
en un reflejo automático de bostezo innecesario, y al despegarse un labio del
otro pude sentir como trozos de piel se arrancaban con mucho dolor, Logre
levantarme luego de varios intentos, pero para mi sorpresa, no había nada que
yo pudiera reconocer, solo pasto, arboles, troncos caídos, no había un solo
ruido, no había viento, no había nada, solo estaba yo en medio de un lugar en
el cual nunca había estado.
Camine durante horas,
o tal vez durante algunos minutos, la noción del tiempo se me había perdido con
mi reloj la noche anterior, de la cual, por cierto, solo recordaba el sabor a
whiskey entrándome por la garganta y quemando el estomago sin compasión; había
una carretera, así que decidí caminar por ella para llegar a algún lugar
mientras intentaba explicarme que había sucedido y donde me encontraba, a lo
lejos, pude escuchar el motor de un carro acercándose, el ruido parecía venir
hacia mí, de frente, por entre la curva que estaba más adelante, ya fue tarde
cuando voltee a mirar y un golpe seco en la cadera me lanzo algunos metros
hacia arriba y otros cuantos hacia abajo
hasta caer sobre mi brazo izquierdo en el asfalto, la cabeza cayo después, y
creo que se rompió, había sangre por todas partes y no lograba pararme ni
coordinarme, ni siquiera lograba hablar ni mirar hacia otro lugar que no fuera
el suelo a menos de dos centímetros de mi ojo derecho, el único que permanecía
aun abierto; Dicen que todo lo que nos sucede que puede quedar en la memoria
sucede en cámara lenta, despacio y sin mayor afán en nuestros sentidos,
mientras el mundo real lo ve en solo unos cuantos segundos, supongo que eso fue
lo que paso, porque me pareció esperar mucho tiempo antes de escuchar el freno
de un carro que se extendió según mi espacio-tiempo durante varios
minutos, unos pasos se acercaban y
luego, todo empezó a correr muy rápido.
Gritos, afanes, un
hombre me intentaba mover un poco, pues yo permanecía inmóvil en medio del
camino, supongo que intentaba ser delicado, pero sus dedos parecían martillos
golpeándome con mucha fuerza la piel, la tierra y el polvo se insertaban en mi
boca, y podía sentir los cristales rotos en todo mi cuerpo, un cuadro afanoso
de confusión en el cual yo no me encontraba realmente, todo era extraño todo
era diferente….estaba caído de mi mismo, solo era una bolsa de carne inerte en
ese momento, solo eran mis sentidos despiertos y un cuerpo ausente sin
responder a ellos y mucho menos a mis pensamientos.
Sirenas, camillas,
luces y mas luces, movimientos encerrados en lo que creía era una ambulancia,
choques en mi pecho que me generaban nauseas… Mas camillas, mas luces, pasillos
sin fin y rostros desconocidos alrededor de lo que fuese que se estuviera
moviéndose a una velocidad frenética en medio de un lugar. Ahora que lo pienso,
no logro recordar si mis ojos permanecían abiertos o si siempre estuvieron
cerrados.
Ahora abro los ojos, una bocanada de aire entro por mis
pulmones como un golpe en medio de las cejas, los ojos se me abrieron de
repente y la saliva me atoraba la garganta, la luz del techo no dejaba
distinguir figuras y en medio de la confusión un golpe en el estomago levanto
mi cuerpo un segundo antes de desplomarse de nuevo, tenía un dolor nuevo, en la
cadera, frio y molesto, casi imperceptible pero perfectamente notable, cada
sentido de mi cuerpo se abría poco a poco; Mis ojos empezaron a reconocer
figuras mientras mi nariz distinguía un olor a azufre francamente terrorífico,
los sonidos tomaban forma en palabras de una mujer mayor y la piel parecía
estar envuelta en una manta delgada y suave que no había sentido hace más
tiempo del que puedo recordar.
-
Parece que te desmayaste
Eso dijo la voz femenina de manera amable mientras me miraba
recostado en lo que ahora parecía ser una cama pequeña en un cuarto pequeño y
sucio.
-
¿Qué pasó? – Dije con voz ronca y entre dormida
-
No lo sé, estabas así cuando llegué y un niño te
golpeaba la cabeza con un balón.
Al parecer, al caer tendido en el suelo por el dolor, esa
mujer extraña me había recogido y llevado al lugar donde ahora me encontraba;
sin embargo, no podía dejar de pensar en las imágenes que había tenido mientras
dormía, ese joven en medio de la nada, el auto destrozado, las luces, el dolor.
Todo parecía ser parte de una película que nunca había visto, y su rostro no me
parecía familiar, sin embargo, el lugar donde despertó, en medio de arboles me
generaba una sensación de escalofrió, la misma que podría sentir un niño al
recordar el cuarto donde su padre lo castigaba, o la celda donde un inocente
pagó la condena de algún animal por el error de un juez ebrio que quería llegar
temprano a casa el día donde los arcángeles parecieron ser invisibles y el
demonio ceno con sus amigos las lagrimas inocentes de las comedias cotidianas,
en un mundo decadente y bufonero.
Después de varios minutos pude recuperarme y levantarme, la
mujer, una anciana de piel oscura y cabello blanco, más parecida a una
serpiente sin veneno que tubo de padre a santa Claus, vestía de manera humilde,
pero sus ojos reflejaban una petulancia propia de la burguesía sínica de los
años XX, el cuarto, estaba cubierto de papeles blancos escritos y sin
ordenar, habían dos camas una junto a la
otra, pequeñas y hechas de barrotes azules y gastados, los colchones eran tan
delgados como una cobija gruesa y la espuma se salía por las esquinas
desmoronadas por el tiempo; al lado derecho había una ventana con un balcón
hecho de madera oscura y al lado izquierdo una mesa del mismo color, grande y llena de
cajones, donde yacían varios frascos transparentes llenos de objetos extraños sumergidos
en agua, algunas camándulas colgaban del techo y una que otra botella de
aguardiente se asomaba por entre las montañas de ropa que reposaban en el
suelo; Al levantarme aún no podía articular palabra y el piso hizo un crujido
fuerte y seco, la anciana me dijo sin levantarse que debía permanecer quieto
mientras me explicaba en un tono autoritario y con palabras que parecían ser
ensayadas e ilustradas, que ella acostumbraba recoger a algunas personas que
según lo que pude entender, poseían algún tipo de don para lo que fuese que
creyera en su arcaica memoria. Era una bruja.
Le conté sobre mí sueño y el por qué había quedado en medio
de la calle inconsciente, más sin previo aviso me saco amablemente de su
habitación mientras su boca pronunciaba una frase que me taladraba la mente
hace varios días “Nos volveremos a ver” ¿Qué demonios pasaba en esta ciudad? ¿Acaso yo
yacía muerto ya en algún lugar y ahora los ángeles me tendían una trampa entre
un muerto ensangrentado y una anciana desquiciada?, ¿que eran esas imágenes provenientes
del dolor en mi cabeza torturada?, mil preguntas y escasas respuestas hallaría
caminando en círculos por el lugar donde me encontraba, donde todo parecía más
viejo que la barba sucia de un filosofo y más podrido que la boca de un
cobarde.
Así las cosas la noche me acunaba de nuevo, no sé cuánto
tiempo había pasado desde que caí hasta que desperté, eso no era trascendente
para alguien a quien el calendario le es tan útil como el rezo de una monja sin
dinero ni comida.
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