El Olor de la Luna
Tengo un aroma impregnado en mi piel, uno indeciso y sin nombre, uno sin rumbo ni forma, un olor, que al pasar parece inadvertido, pero que poco a poco y cada mañana se revienta en la nariz como viento en carretera, se propaga por pulmones de papel y se encarna en las flores arrinconadas en millones de letras francas y obtusas como justos pecando en la plaza principal; es un olor particular, que no es de mí ni de nadie más, un olor cotidianamente extraño, exóticamente parado en las paredes de libros que se abren sin mantel, y de la noche la cascada se acerca en diamantes luminosos sobre su espalda, iluminando tal olor como si tuviera color, color violeta de poeta, color de alas cual mansalva envenenada de belleza y respirando perfección.
La luna tiene su mismo olor, y también brilla cuando llueve y cuando sin nubes se despliega como reposa entre el celeste y su bóveda al girar; es un aroma que se siente, que se ve y que se escucha, que habla en un idioma extraño y vive de manera peculiar, en el cuello y en la espalda, en los brazos y la cara, en sus labios de clavel, no es perceptible ante los ojos si estos no se abren con parpados de árbol y hojas sin sabor, sabor de ella y de castella, de Sevilla y Praga en las noches de verdaga, y por eso sé que no soy poeta, pues invento palabras de aquí y de allá, por en medio de las letras muchas veces sin mirar, la gramática me enaltece en tronos de cristal de azúcar que me como sin pensar, porque lo único que interesa, es saberlo despistar.
Es un aroma con sabor a paz, a guerra, a malicia y violeta, un olor a blanco, a silencio, a carmín y a tempestad, a rojo por la sangre y morado por el mar, es parecido a las nubes y tiene azúcar con sal, es paradójico, es ilógico, es locura demencial, es la luna y la cerveza, es salud y enfermedad, es tabaco y son las letras, son los versos y el compás, son los bailes y sonrisas, son lo suave de mirar, tus ojos que me ahogan y me hacen respirar.
Comentarios
Publicar un comentario
Habla amigo, y entra.